Los hombres, para sobrevivir, construyen sus propias utopías: Siempre se piensa que el futuro será mejor. Cuando se despierta de ellas y todas eran ilusorias, entonces sobreviene el fantasma de la nación: “La Revolución”.
Graciela Olmos, mejor conocida como La Bandida, fue soldadera del ejército villista, cantautora de rancheras y boleros, traficante de whisky en Estados Unidos y empresaria en el México de antaño, era la dueña del mejor burdel en el país. “El relato es el de una existencia que rebasa toda ficción”, escribiría más tarde La Jornada.
En Chihuahua, la Revolución dejó huérfanos y desamparados a los hermanos Olmos. En 1907, huyendo de la violencia, Graciela y Benjamín, quien con el tiempo se haría sacerdote, llegaron a la Ciudad de México, donde vendían periódicos y dormían en los pórticos de las iglesias. Una pareja porfiriana la recogió y la mandó a estudiar a un internado de monjas en Irapuato.
A los 18 años, Graciela se casó en matrimonio religioso con José Hernández, “El Bandido”, tras asaltar el convento en donde ella vivía. Así comenzó su etapa como soldadera en las filas de los villistas. Estas vivencias fueron la fuente de inspiración para sus composiciones de corridos, como Siete Leguas, Benito Canales y Benjamín Argumedo, además de boleros como La Enramada, luego interpretados por famosos tríos.
Viuda a los 20 años, tras la muerte de Hernández en la batalla de Celaya, Graciela volvió a la Ciudad de México, donde se involucró en la venta de joyas con la “Banda del Automóvil Gris” y en el juego de póquer. En 1922, huyó a El Paso, Texas, donde inició el negocio de fabricación de whisky. En Chicago, conoció a Al Capone, quien complacido con su desempeño, la invitaba a cantar en sus fiestas, entonaba “La Adelita”, en español, haciéndole segunda Al Capone.
En 1929, después de varios negocios fallidos en México, Graciela hizo malas inversiones y pérdidas irrecuperables en el póquer, que la llevó a la quiebra. Aun así, durante esta época se rodeó de figuras de la farándula, como la estrella Ruth Delorche, amante del general Calles y la verdadera inspiración de “Señora Tentación”, de Agustín Lara, según contaba Graciela.
Bajo el gobierno cardenista, se inició una campaña contra las casas de juego y los burdeles, obligando a Graciela a manejar sus negocios con más discreción desde un penthouse en el lujoso Hotel Regis. Entre sus clientes y amigos estaban actores, pelotaris, empresarios y políticos como Miguel Alemán y Maximino Ávila Camacho; también los grandes del toreo de la época, como Silverio, Garza y Manolete, que también fueron asiduos.
Hace setenta años, los burdeles de lujo en México eran el lugar predilecto de los empresarios y políticos, donde cerraban importantes negocios mientras se urdían las intrigas de poder, eran parte de la vida social y vernácula. La vida nocturna ofrecía música, mujeres hermosas y diversión para la clase alta de la sociedad, los de las buenas conciencias.
La Bandida contaba entre sus amigos a figuras como el compositor Agustín Lara, el poeta Pablo Neruda y el muralista Diego Rivera, quien siempre olvidaba el sobrero en el burdel. Su salón de espectáculos albergó a grandes músicos, como José Alfredo Jiménez, Álvaro Carrillo, Cuco Sánchez y otros que solían frecuentar el lugar, como Miguel Aceves Mejía, Benny Moré y tríos como Los Panchos…
Muchas de las jóvenes que trabajaron en el burdel alcanzaron después el estatus de actrices de cine y teatro o se casaron, integrándose a la alta sociedad. Graciela cuidaba y capacitaba a sus muchachas, convencida de que “donde hay buenas putas, no hay hambre”. Las jóvenes recibían clases de estética y danza, natación, modales y urbanidad con la maestra Rosita.
Finalmente, olvidada y sin dinero, una noche de mayo de 1962, Graciela Olmos descansó de decirle sí a la vida. Fue amortajada por la madre superiora de un asilo de huérfanos al que Graciela había apoyado durante años. Su hermano sacerdote, Benjamín, alcanzó a darle los últimos auxilios y a rociar su féretro con agua bendita. Graciela tuvo un epitafio en sus propias palabras en La Enramada: “Ya la enramada se secó / el cielo el agua le negó…”
Fuentes:
La Jornada, periódico.
El Periódico, Catalunya.
Newman Estrella, La casa de La Bandida.
RAA