García Harfuch será el hombre mejor informado de México. Estaremos a merced del Secretario de Seguridad y de su Jefa, la Presidenta.”

 

Los legisladores, obedientes y prestos a servir al Ejecutivo, no al pueblo, le ampliaron poderes y presupuesto a la Secretaría de Seguridad que preside Omar García Harfuch. Cinco mil millones de pesos adicionales le fueron asignados para la adquisición de equipo, básicamente, para incrementar -aún más- la capacidad de espionaje del Gobierno.

Presuntamente tan cuantioso presupuesto se dedicará a recabar inteligencia sobre las organizaciones narcoterroristas, suponemos, en un esfuerzo mucho más serio que el desplegado por el anterior inquilino de Palacio Nacional, para neutralizarlas. Estos poderes y presupuesto se le entregan a lo que era antes el “CISEN”, pero que bajo otro nombre hoy opera igual que antes.

García Harfuch será el hombre mejor informado de México. No se puede afirmar que la anterior sea una buena noticia, pues todo depende de a quién se espíe y cómo se utilizará la información recabada.

En el pasado, cuando era el PRI en vez de Morena, el CISEN se empleaba para espiar a rivales políticos, empresarios, periodistas, líderes sociales y hasta a miembros del propio gabinete. Es de esperarse que estas nuevas facultades y presupuesto sean empleados para recopilar un mayor acervo informativo respecto a las actividades de los narcoterroristas, y no para espiar a los “adversarios” de Morena.

La realidad es que al desaparecer a los organismos independientes y la independencia del Poder Judicial, no habrá forma de cerciorarse que los recursos y las facultades ampliadas sean empleados para impulsar la paz social y no para acrecentar aún más el poder del Ejecutivo, politizar la justicia o lanzar persecuciones contra quienes disienten de la 4T y sus seguidores.

Estaremos a merced de las buenas intenciones tanto del Secretario de Seguridad, como de su Jefa, la Presidenta. Será a su libre albedrío decidir a quién espían y qué hacen con la información adquirida.

Que no nos extrañe, por ejemplo, si compran más suministro del Virus “Pegasus” que infecta los teléfonos inteligentes y transmite toda la información, video, audio, textos, contactos, correos, etcétera a los espías. La nueva versión de Pegasus, desarrollada por los israelís, posee la capacidad de infectar y activarse en cualquier teléfono de manera automática, sin que el dueño u operador del artefacto se pueda siquiera percatar. Empleado contra los malitos resulta una herramienta muy útil y efectiva, pero en manos del CISEN -o su nueva versión- también puede ser empleada para violar la privacidad de cualquier ciudadano, y de esta violación a nuestros derechos no habrá quién salve o defienda al ciudadano.

Conste, no afirmamos que García Harfuch o su segundo encargado del Cisen lo vayan a hacer: solo decimos que a quien le toque estar en el puesto tendrá la capacidad y que no habrá nadie que lo vigile. Este equipo puede ser empleado para el bien, o para el mal, a criterio de los responsables y su Jefa Máxima.

Para esto, debemos tomar en cuenta que hay un antecedente funesto: Genaro García Luna quien manejó el CISEN, compró en su época la aplicación Pegasus, espió a quien le dio la gana, pero no solo eso, se lo vendió a particulares. Este sistema por Ley de origen se puede vender solo a Gobiernos y las dependencias de éstos responsables de labores de seguridad. Una vez en manos de García Luna, este cabrito -a cambio de fuertes aportaciones- le pasó el sistemita a gente que no cumplía los parámetros del contrato original. Por supuesto que no pretendemos ni comparar ni igualar a García Harfuch con este nefasto Señor. Meramente hacerles ver, estimados lectores, que no se puede ni se debe entregar tanto poder así nomás a la buena de Dios y al ahí se va.

Debe haber rendición de cuentas, supervisión, autónoma discreta y segura, que a los ciudadanos les garantice que el espionaje se conduce con los fines manifiestos de procurar frenar la violencia y acabar con la inseguridad. Y no que se emplee para afianzar el ejercicio del poder de quienes ya de por sí lo ejercen de manera que se puede considerar desmedida e ilimitada.

 

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