¿Te imaginas que yo me hubiera mirado con esos ojos tuyos que no me quisieron mirar, que me anulara a tal grado hasta lograr la invisibilidad que deseabas para dejar de verme en la superficie del planeta? ¿Qué hubiera sido de mí? Recorrería como un ente errante el mundo en busca del eterno reconocimiento que tú me negaste.

Y es que ahora que he tenido el tema de la aceptación a flor de labios, me resulta casi imposible no pensar en ti. No me detendré a destilar veneno, ni a tratar de responder preguntas sin contestación. Aquí, sumida en mis reflexiones, estoy dubitativa cuestionando, si por desgracia o por fortuna, crecí con la carencia de ti. Porque fíjate bien, a pesar de tantas negaciones y zancadillas que me has infligido, he logrado aceptarme y verme con amor y benevolencia. Hace tiempo salí de mi crisálida y estiré mis alas, contigo o sin ti. 

Me pregunto, ¿Cuántos más como yo aprendieron a mirarse en otros ojos, a juzgarse con esas palabras que mentían con impunidad, con la absoluta ruindad de corazón? Y no sólo eso, sino que, al pasar el tiempo, se acostumbraron a pensar que eran sus propios pensamientos los que hacían esos juicios que detenían sus acciones. 

Se paralizaban como columnas de mármol, sintiendo la incapacidad sembrada hondo en el alma, a conciencia profunda, sin comprender aun la falsedad enmascarada, la mentira encubierta, porque sonaba absurdo, tenebroso y sobre todo, extremadamente ruin. 

Lo entiendo claramente, viniendo de personas que representaban una autoridad, aceptaron esas limitaciones y se dispusieron a cumplir esas predicciones; a ser los incapaces, las altaneras, los ineptos o los cortos. Algunos más, buscaron merecimiento en esos ojos que exigían la perfección para encubrir su propia mediocridad, y en un intento de relevarles la carga, la pusieron sobre sus hombros.  

No puedo hablar de los demás así que hablaré de mí, me detuve, escudriñé las palabras que se habían quedado como gusanos putrefactos enquistadas en mi carne. Extirpe como un cirujano su falsedad y malevolencia. Sobreviví viéndome con mis propios ojos. A pesar de parecer increíble, eran inexactas esas coordenadas. 

Cierro mis ojos y me imagino recorriendo el bosque de mi vida, detenida en este punto del camino, reflexiono: Yo también llevo mi vida escrita como los troncos de los árboles, he ido asumiendo que el pasado me ha hecho ser la persona que actualmente soy. Sintiendo el sol filtrarse entre el follaje de las ramas, escucho la naturaleza, me invade el olor de la tierra húmeda, me siento rodeada de paz. Finalmente, me rodeo con mis brazos en un signo de aceptación sincera. 

 

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