Entre 1818 y 19, el gran pintor francés Theodore Géricault realizó una obra maestra de la pintura universal: La Balsa de la Medusa. En el fantástico cuadro se plasma con dramatismo una destartalada barca hechiza, llena de cadáveres, en medio del océano, en la que sobreviven unas cuántas personas.

Se trata del naufragio de la fragata Meduse, de la armada francesa que encalló en 1816 frente a las costas de Mauritania. La balsa con más de 150 personas fue abandonada por otras lanchas y luego de 13 días de desesperación, motines, tormentas y asesinatos, solo se logró rescatar a un puñado de náufragos. Una terrible tragedia.

La proximidad de los festejos decembrinos es propicia para encontrarse con queridos camaradas para degustar una opípara comida. Entre los comensales se encontraba Carlos Medina Plasencia, empresario, exgobernador del estado, panista prudente y congruente, quien nos manifestó su preocupación por el PAN y su opinión en cuanto a que ese partido se encuentra en “terapia intensiva”. Las opiniones vertidas eran parte de una desordenada y apasionada discusión entre amigos, que me atrevo a revelar con su aprobación.

Considero que Medina equivoca su diagnóstico, porque Acción Nacional no es un enfermo grave, sino un cadáver. Está bien muerto, pues no tiene salvación alguna para volver a ser lo que fue: escuela de ciudadanía y promotor del bien común, gobernando honestamente. En caso de que algún buen ciudadano llegara a dirigirlo e intentara limpiarlo, sería imposible purgarlo de la multitud de militantes, organizados para beneficiarse de la propia institución y de sus gobiernos estatal y municipales. 

Son una red de corrupción, eso hay que entenderlo de una vez por todas, y esta se defendería con todos los recursos legales a su alcance para impedir sus expulsiones. Acabarían asfixiando a una dirigencia comprometida con el valor de la honestidad.

Medina es un personaje singular. Su experiencia empresarial y política es vastísima. Es un hombre reconocido por la rectitud de su conducta y su compromiso con las causas nobles de la sociedad. Ya cargado de experiencia, no ceja de luchar por aquellos principios en los que cree y con los que se compromete. Estoy seguro de que le encantaría rescatar la nave panícola, que yace destrozada en el fondo del mar. Pero ya no es posible. Los restos del partido blanquiazul constituyen una recreación de la Balsa de la Medusa. Unos cuántos sobrevivientes se rehúsan a darse cuenta de que a su alrededor no hay más que despojos políticos, que la ciudadanía rechaza con desdén. 

Frente a ese montón de escombro, hay que iniciar un cambio. Proponemos el uso del “poder senecto”, el de los viejos; quienes han coleccionado años de vida poseen las condiciones que se requieren para poner freno a un mal comienzo. Nada quiere ni necesita del actual gobierno el viejo panismo genuino, esa es su ventaja… no está a la venta. Se encuentra a salvo de las acechanzas de la ambición. Por ejemplo, ellos podrían reconvenir a la actual gobernadora y decirle, públicamente, directo a los ojos y sin parpadear: “Así no Libia, aquí no votamos por un gobierno populista, sino por uno comprometido con las libertades y la dignidad de los ciudadanos”.

Carlos Medina Plascencia y algunos otros panistas de viejo cuño, muy apreciados socialmente, deberían renunciar al partido. Desde hace mucho tiempo le estorban a la vanidosa dirigencia, nombrada a dedo por la partidocracia guanajuatense. A ese selecto grupo hay que instigarlo a recuperar el espíritu transgresor y crítico que siempre ha tenido, para frenar a esta clase política, depredadora y soberbia, que igual riñe con empresarios, que con migrantes, maestros, y próximamente con ecologistas y medioambientalistas. Se sienten dueños y dueñas de un poder que pronto se darán cuenta que no tienen. Que son náufragos.

Los verdaderos y pocos panistas que quedan deben realizar un ejercicio ético responsable, y darse cuenta de que la nave está hundida. Luego habrá que realizar otras acciones ciudadanas eficaces, para rescatar los ideales por los que siempre lucharon. Pocos personajes como Carlos Medina, un constructor y transformador social, para liderar el abandono de la mortífera balsa y comenzar la construcción de una nueva y resistente nave, que capte buen viento para llegar a puerto. Se puede, los viejos capitanes saben cómo hacerlo.

 

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