Se ha tornado kafkiano el manejo que los señores de Morena le imprimen a los asuntos públicos ¡y al dinero público!
Un repaso: Adán Augusto López, líder morenista en el Senado, acusa pública y oficialmente al líder de la bancada morenista en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, de hacer “negocitos” cuando éste estuvo al frente de la Cámara Alta, y puso en disputa un fondo por alrededor de mil millones de pesos, afirmando López que presentará denuncia formal ante la FGR. Al día siguiente, la Presidenta les pide “cabeza fría”.
El lunes en la noche, se reúnen con la Presidenta, la Secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, y la líder de Morena, Luisa María Alcalde, tanto el acusado como el acusador. Salen de la reunión y se les pide “unidad”. ¡Pero nada se dice del elefante africano en medio de la sala: la acusación de corrupción! ¿Acaso nadie va a investigar, a nadie le importa si es cierto o falso, se va a dejar pasar un tema en el que un encumbrado morenista acusa a otro de malversar fondos?
O sea: a estos señores -y señoras- de Morena no les importa el robo, lo que les importa es la “unidad”. ¡Con razón los tiene sin cuidado quedarse con los miles de millones de pesos que los trabajadores mexicanos han aportado al Infonavit! Da la impresión de que para ellos el pecado no es robar. ¡sino que se note!
No paran ahí las puntadas del Teatro del Absurdo morenista. El mismo Gobierno, por ejemplo, difunde que el uso del Tren Maya es bajo, apenas del 19 %, y como respuesta lanza una serie de “paquetes” para promocionar su utilización, en combinación con boletos en Mexicana, hospedajes y etcétera. Pero días después, la propia mera mera Ron Potrera afirma que es falso que el Tren Maya esté vacío (pese a que existen pruebas gráficas y la misma información oficial) y que, al contrario, el tren se llena y es todo un “símbolo” de la 4T.
Hablamos de asuntos públicos, serios, hablamos del uso que se le da al dinero del pueblo. Nos urge saber a los mexicanos qué es cierto y qué es falso: ¿hay o no hay corrupción? ¿Hubo o no empleo caprichoso de cientos de millones de pesos de los mexicanos, que pudieron haberse utilizado en hospitales, escuelas, medicinas, carreteras, puertos, apoyos a los municipios, seguridad, etcétera, para en su lugar gastarlos en un tren que destrozó la flora y fauna yucateca, que será un lastre eterno para las finanzas públicas y que no cumple ninguna necesidad válida para los mexicanos?
Lo mismo puede decirse de la Refinería de Dos Bocas: ha costado más de 20 mil millones de dólares, y no ha contribuido al consumo nacional de gasolinas o diesel. Quienes la conocen afirman que no está terminada y que requiere un sistema de oleoductos para poder extraer su producción.
No son detalles menores, esto que estamos viviendo es el montaje de un teatro de pura fantasía. Pretender gobernar un país basando todas las decisiones en buenas intenciones, simulaciones, contradicciones, embustes, y soslayando lo importante para darle prioridad a lo secundario o terciario (como enfatizar la unidad por encima de la honestidad) resulta un ejercicio condenado al fracaso.
Para poder solucionar los problemas -y tenemos muchísimos en México- primero debemos aceptar que existen, nombrarlos, señalarlos y abordarlos, lo cual abre la puerta a por fin poder hurgar en el armario de las soluciones.
Esto, estimados amigos, a punto de cerrar el 2024, y no hemos siquiera dimensionado, sopesado, analizado y/o adecuado las acciones gubernamentales en relación con lo que nos traerá el 2025: La llegada de Godzilla a la Presidencia de Estados Unidos y la muy real posibilidad de que sus absurdas y draconianas amenazas ¡Se cumplan! O sea: que nos agarren como piñatas, y a puro palazo nos saquen los entresijos.
¿Qué rollo, qué embuste, qué simulación serviría entonces a este Gobierno continuista para librarnos de consecuencias terribles, muy reales, y no de fantasía cuatroteísta?