El final del año, los tiempos fríos, la falta de oportunidades, la crianza, el entorno familiar, todo crea en la “generación de cristal” las condiciones para la tristeza, la soledad, la depresión y la ansiedad. La “generación de cristal” es un término bastante utilizado en redes sociales y en estudios sociológicos recientemente, y son los jóvenes nacidos después del año 2000, quienes están en la adolescencia y comienzan a alcanzar la mayoría de edad. El término “cristal” es por la fragilidad por lo inestables o inseguros que son, pues sus padres vivieron épocas de mucha carencia, se empeñaron en salir adelante para darles todo y que nos les falte nada como a ellos en su momento.

Estos jóvenes están entre los 11 y los 20 años y fueron criados por la “generación X”. Aunque el término “de cristal” es utilizado por ser ellos más sensibles ante los problemas, también es porque son más críticos de la realidad social a la que se enfrentan, por lo que son menos tolerantes a las injusticias.

En esta generación se ha incrementado la depresión y la falta de confianza en el futuro. La depresión es una realidad muy “cañona”, muy “gruesa”: la depresión es un trastorno de la afectividad que provoca una variación en la percepción, en el sueño y, por lo tanto, en la forma de vivir y gustar la vida. Los educadores -y algunos padres de familia- nos enfrentamos a la realidad de la depresión juvenil en nuestro caminar por las aulas, en un fenómeno que se calcula, afecta hasta un 5% de la población juvenil. No es difícil identificar como educadores, cuadros de depresión; lo difícil es sacar al chavo y chava de ese cuadro y meterlos a la vida plena. Los educadores somos una ventana que permite asomarnos a ese mundo inédito y fabuloso de los jóvenes.

Aunque es el médico el que debe confirmar si un joven sufre una depresión o no, existen unos síntomas muy característicos que nos pueden poner en alerta, pues la fuerza y energía de un joven es lo común. Por eso, cuando se presentan tristezas, estados de ansiedad, frecuentes jaquecas, pérdida del entusiasmo, sequedad de boca, pérdida de apetito, pueden ser algunos de los síntomas que nos deben poner en alerta. No es difícil darnos cuenta de que hay reacciones anímicas que suelen aparecer cuando se presenta un cuadro depresivo: si la o el joven está triste sin motivo alguno, aísla, se siente incomprendido y rechaza a quienes más le quieren y rodean.

La “depre” entre los jóvenes tiene efectos diversos: desde la deserción escolar, la tardía decisión de un proyecto de vida, la pérdida de oportunidades de trabajo, la entrada al mundo de las drogas y el alcohol, e incluso el suicidio. Por eso, algunas instituciones (pocas todavía), trabajamos en iniciativas para atender la depresión y las escuelas buscamos crear ambientes educativos, preventivos, amigables que ayuden al estudiante a construir su proyecto de vida.

De acuerdo a la Secretaría de Salud federal, la depresión es la principal enfermedad mental en México, al grado que calcula que 10 millones de habitantes la sufren, a cualquier edad y en sus diversos tipos; asimismo, se reconoce como la causa por la que se ha incrementado el índice de suicidios en las últimas tres décadas. La depresión es un problema emocional en el que la persona que la sufre siente tristeza profunda, no duerme bien, tiene vacío existencial y culpabilidad, está de mal humor, pierde la esperanza, se cansa y aburre con facilidad, tiene actitud pesimista, de inseguridad y de baja autoestima.

Por eso la tarea es de padres de familia, familiares o amigos cuando sospechamos que el chavo o chava tienen algún síntoma anormal en la conducta. Hay algunas alertas que debemos tener si observamos cambios en los hábitos, como dormir y comer; retraimiento de sus amigos, de su familia o actividades; actuación violenta o comportamiento rebelde, como escapar de casa; uso de drogas o alcohol; abandono en su persona; cambio de personalidad; desesperanza y aislamiento social. Caminar junto a ellos y darles ejemplo de esperanza en el futuro construyendo proyectos no es toda la solución, pero es una parte de ella.

Pero en estos mismos días fríos, hay miles de jóvenes que se preparan para mejores calificaciones en la prepa, que salen a tomar un retiro espiritual, que son abrazados por familias, que acuden a proyectos o a misiones a zonas marginadas y que participan en campamentos. Y desde aquí les escribo, desde del centro de campamentos de los salesianos en Sierra de Lobos, donde acampa al MJC, el Movimiento de Juventudes Cristianas, formando a líderes positivos para creer y construir un mejor mundo para un cálidos futuro. 

 

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