Stephanie es madre primeriza, su hijo Leo, de 5 años, fue diagnosticado con autismo a la edad de 1 año, lo que generó un cambio de 180 grados a sus planes y los de su familia, aunque las terapias le han ayudado a encontrar estabilidad.

“Como mamá siempre sueñas en verlo crecer, en verlo jugar con amigos, con familia, pero cuando vimos que algo parecía distinto y nos dieron el diagnóstico, no es mentira, lo primero que sientes es miedo”, reconoce. 

A pesar de contar con un pediatra particular para su hijo, Stephanie tuvo que acudir a 3 especialistas para poder confirmar su condición, pues ninguno de los anteriores podía confirmar la condición de Leo, ni su grado de intensidad. 

“Sólo nos decían que existía la posibilidad de ser TEA, pero nadie nos daba un diagnóstico y eso sólo alimentaba el miedo, afortunadamente tuvimos el apoyo de otras familias con esta situación y nos dimos cuenta que es algo tratable”. 

El principal reto en los acompañamientos y terapias es desarrollar la capacidad de habla, así como recuperar la atención y establecer los patrones de conducta en espacios definidos (como escuela, calle, casa, con familia o amigos). 

“A sus 5 añitos Leo ya habla sus primeras palabras, tiene más atención, es más sociable, además de que es muy hábil para manejar cualquier objeto tecnológico desde smartphones o tabletas, la condición de cada niño es distinta pero con constancia puede mejorar”, afirma Stephanie. 

Tanto la organización Iluminemos Azul, como la Clínica Mexicana de Autismo, recomiendan no referirse al TEA como una enfermedad, así como evitar calificativos como ´autistas” y cambiarlos por “personas con autismo” o “personas con espectro autista”, así como recordar al color azul como un símbolo para sensibilizar a la población sobre este tema.

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