Lorenzo Sánchez Cabrera es todo un personaje en Pachuca, pues desde hace 71 años es de oficio peluquero.

Mientras peina y velozmente acciona sus tijeras ha escuchado cientos de historias de quienes literalmente pasan por sus manos.

Incluso en alguna ocasión cortó el cabello al entonces gobernador Guillermo Rossell de la Lama, pero tuvo una mala experiencia.

PLÁTICAS AMENAS

A sus 86 años de edad tiene una memoria privilegiada y, como buen peluquero, gran facilidad de palabra, además que todavía se toma algunas copas con sus amigos.

“Tomo de todo, pero prefiero el whisky, para cuidar la salud”. Convivir con los amigos le trae buenos recuerdos.

“Hace muchos años nos juntábamos allá en una peluquería que estaba en Morelos e Hidalgo. Éramos como 15 personas que nos gustaba el chupe”, dice en lenguaje coloquial.

En esas tertulias participaban “José G. Marines, Pepe Penchyna, Toño Castañeda, el doctor Barragán, en paz descanse, y bastantes más”.

100 POR CIENTO PACHUQUEÑO

Lorenzo nació en Querétaro, pero ha vivido prácticamente toda su vida en esta ciudad, por lo que se considera totalmente pachuqueño.

El padre de Lorenzo se llamaba Genaro Sánchez Zavala; cuando llegó a Pachuca buscó trabajo en la mina, pero como estaba muy flaco “no dio en kilo”, como se decía a quien no tenía el peso mínimo requerido.

Afirma que de ahí nació el término popular de “no dio el kilo”, que se aplica cuando alguien no cumple con ciertos estándares.

DESDE EL BARRIO EL ARBOLITO

Debido a ello su papá aprendió el oficio de la peluquería en El Arbolito, con un peluquero al que le decían “El patotas”.

Más tarde su padre entró a trabajar a la fábrica Textiles Hidalgo que se ubicaba atrás de La Villita, donde hoy se encuentra el fraccionamiento de departamentos República del Perú.

El dueño original de esa factoría murió y al hijo que se quedó con la empresa “le gustaban las copas y las chamacas”; finalmente los acreedores se quedaron con las instalaciones.

En esa misma fábrica Lorenzo trabajó durante 35 años, pero nunca dejó el oficio de peluquero, alternando ambas actividades.

APRENDIZ EN SAVOY

El entonces joven Lorenzo empezó en la peluquería Savoy, que se ubicaba en Covarrubias, con Armando Juárez como dueño.

“De ahí me fui al Bambi en Guerrero, enfrente de los baños Gutiérrez”.

Más tarde se independizó y se fue para la calle de Morelos, por donde se ubican las palmeras.

PELUQUERÍA “LA MELENA”

Fue su primer “changarrito”, que desde entonces se ha llamado “La Melena”. A lo largo de años y décadas ha cambiado de ubicación.

Tuvo su negocio en la calle de Hidalgo, a un costado de la escuela Vicente Guerrero.

Más tarde se pasó a un local de la calle Carlos Castelán Canales en la colonia Maestranza y actualmente se ubica en la calle Brasil, en el mismo sector de la ciudad.

INCLUSO GOBERNADORES

Le ha tocado cortar el cabello incluso a gobernadores como Quintín Rueda Villagrán, Vicente Aguirre y Manuel Sánchez Vite.

Lo único que no le agradó fue acudir a la casa de gobierno con Guillermo Rossell de la Lama, quien lo hizo esperar tres horas para que después su asistente Dámaso Chávez sólo le pagara 20 pesos, una cantidad ínfima, misma que cobraba en su local no a domicilio.

MUCHAS EXPERIENCIAS

Pero tiene buenos recuerdos de Sánchez Vite, pues a su papá, Genaro Sánchez Zavala, le regaló un terreno en la calle Fernández de Lizardi.

Buen charlista, ameno y ocurrente, Lorenzo Sánchez Cabrera dice antes de soltar la risa: “Si yo le contara todo lo que sé, me meten al bote”.

LUCHADORES Y PERSONAJES

Luchadores famosos en su época como ‘El Troglodita’ Flores; personajes folclóricos de Pachuca como Benigno Quesada, ‘El Mosco’; funcionarios públicos, empresarios y mineros, todos ellos han estado en la peluquería de Lorenzo para escuchar una anécdota o una historia que nadie sabía.

El peluquero más longevo de Pachuca sólo estudio hasta la secundaria, tiene cinco hijos: cuatro mujeres y un hombre que se dedica a otra profesión.

Lorenzo se ha sometido a seis cirugías, una de ellas de cataratas; sin embargo, se siente entero y hasta se da el lujo de brindar de vez en cuando con los amigos que le quedan.

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