En la ciudad de Pachuca, los cementerios y panteones no sólo son espacios de reposo eterno, sino también un reflejo de la cultura y espiritualidad de su sociedad.
La Red Mexicana de Estudios de Espacios y Cultura Funerarios destaca que estos lugares encapsulan valores socioculturales que se transmiten a través de generaciones, forman una parte integral de la identidad colectiva.
A finales del siglo XVIII, la falta de espacio en los atrios de las iglesias llevó a la creación del Panteón de San Rafael, ubicado en lo que hoy es el Parque Hidalgo y el Parque Luis Pasteur. Sin embargo, con el tiempo, este también alcanzó su capacidad máxima. Preocupado por el riesgo de una epidemia, el exgobernador Pedro Ladislao Rodríguez propuso la construcción de un nuevo cementerio alejado de la ciudad.
El terreno para este nuevo panteón fue donado por Francisco Rossette, y en 1898, inició la construcción en el Barrio de San Bartolo. El proyecto fue inicialmente dirigido por el ingeniero Jesús Gil y luego continuado por Porfirio Díaz, hijo del ex presidente de México. La fachada principal del panteón es de estilo neoclásico, inspirada en los arcos triunfales romanos y construida con cantera de Tezoantla, traída de Real del Monte.
Las columnas renacentistas jónicas adosadas a un muro sostienen un cornisamento rematado con acroteras y jarrones al estilo griego. A los lados, dos medallones de mármol con los símbolos de alfa y omega representan el inicio y el fin. Las puertas de hierro forjado y las hornacinas a ambos lados del arco de entrada contienen esculturas de mármol que simbolizan las virtudes teológicas: fe, esperanza y caridad.
Este panteón es considerado un ejemplo de arquitectura sepulcral de estilo ecléctico, combinando varios estilos. Las tumbas, hechas de cantera y mármol blanco, destacan por sus epitafios y ocasionales piezas escultóricas. Obeliscos y columnas rotas son comunes en esta etapa.
El primer cuerpo sepultado fue el de Tomasa de la Cruz, una niña que murió a pocas semanas de nacer. Se dice que su espíritu aún ronda el panteón y que, durante el Día de Muertos, la gente le deja flores y juguetes en su tumba.
Además de ella, el panteón alberga los restos de figuras destacadas del estado. En la entrada se encuentra la tumba del general Felipe Ángeles, con un busto y un águila de cantera, acompañados de una placa conmemorativa.
En el centro del cementerio se ubicaba la antigua Rotonda de los Hidalguenses Ilustres (1969), un monumento que contenía los restos de figuras como Juan C. Doria y Teodomiro Manzano, cuyos restos han sido trasladados a una nueva rotonda en el viaducto del Río de las Avenidas.
El panteón no sólo es un lugar de descanso final, sino también un espacio lleno de riqueza sociocultural. Sus historias, obras artísticas y arquitectónicas reflejan las tradiciones, creencias religiosas y la cosmovisión de la ciudad, convirtiéndolo en un verdadero tesoro cultural.