León, Guanajuato. Además de restaurar la audición, un implante coclear tiene la capacidad de establecer una fuerte conexión con la música, sobre todo la clásica. 

Escuchar música es una actividad universal que la mayoría de las personas pueden disfrutar. De acuerdo con expertos de MED-EL, es el cerebro que capta el sonido a través de las cortezas auditiva primaria y secundaria, y lo procesa la parte que maneja el lenguaje, de ahí que las emociones que se presentan cuando se aprecia van desde la melancolía hasta la alegría. 

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), indican que en México hay más de 6 millones 179 mil personas con algún tipo de discapacidad, lo que representa un 4.9% de la población total del país. De estos, el 22% presenta algún tipo de discapacidad auditiva. 

En la actualidad existen tecnologías innovadoras que permiten restaurar la audición, acompañadas de una terapia de lenguaje que, en complemento con la música, logran resultados exitosos. 

El implante coclear, es un dispositivo médico electrónico que sustituye la función del oído interno dañado, permitiendo que el sonido se transfiera a los nervios auditivos y se conecten con el cerebro para escuchar. 

Se convierte música en acompañante 

Para Eneida Rendón, usuaria del implante coclear, la música es su mayor pasión. 

Es originaria de Sinaloa y residente de Guadalajara. Nació con ceguera y presentó problemas de audición a los ocho años, en ese periodo aprendió a tocar el piano y realizar actividades “normales” hasta los 14 años, época en la que la pérdida auditiva se agravó y que la obligó a suspender actividades de aprendizaje que más le gustaban. 

Fue un proceso largo durante el que se intentaron todo tipo de opciones para que Eneida pudiera escuchar de nuevo, aunque todas terminaban siendo insuficientes. 

A los 18 años, la sinaloense conoció a una profesora que le enseñó a tocar piano por medio del tacto y las vibraciones, empezó a practicarlo a diario. Fue a sus 25 años cuando recibió el implante coclear con el cual volvió a escuchar la música que tanto le apasiona a tal grado que en 2018 participó de manera profesional acompañando a la Orquesta Filarmónica del Desierto Coahuila de Zaragoza.

En lugar de pensar en la discapacidad, hay que pensar en lo que sí se puede hacer. Es importante no rendirse; existen soluciones para distintos tipos de pérdidas auditivas y aunque hay que luchar y trabajar la rehabilitación para que funcione, merece la pena”, comentó. 

La música puede ser usada para estimular la conciencia fonológica, el ritmo, la percepción de frecuencia y el lenguaje. En ella encontró la ruta de regreso a su vida para progresar y para salvarla. 

En 2002, conoció a la maestra de música, Edna Aguiar. Ella daba clases en una institución dedicada a niños ciegos y sordos, la contactó y le pidió que fuera su profesora. Ella aceptó y fue así como comenzó una relación basada en la colaboración, el intercambio y la amistad: Edna le enseñaba música y, a cambio, Eneida le enseñaba a hacer partituras en braille.

Al cabo de algunos meses Edna tuvo que partir y las clases no pudieron continuar, pero el resultado de la colaboración de ambas fue visible, cuando la profesora invitó a Eneida a tocar el piano en la presentación de su examen final de titulación. Esa fue la primera vez que ofreció un breve recital ante un público, interpretando un minueto de Bach, sin duda, uno de los momentos más mágicos de su vida.

El diagnóstico oportuno de esta discapacidad favorece el tratamiento y la rehabilitación. Por ello, es fundamental la realización del tamizaje auditivo neonatal. El tratamiento depende de la causa y en algunos casos son necesarios los auxiliares auditivos o los implantes cocleares, algún otro dispositivo de apoyo o cirugía.

 

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