La vida de 4 mujeres y sus familias cambió radicalmente con el diagnóstico de cáncer, a partir de ese momento, sus miedos, sus esperanzas y su constante lucha se han convertido en parte de sus armaduras con las cuales lograron vencer a la enfermedad y convertirse en sobrevivientes feroces.
Rosalba Zepeda Cordero es una mujer sobreviviente al cáncer de mama en etapa tres. Originalmente, no detectó ningún problema porque lo achacó a problemas con la lactancia de su bebita.
Como solo tenía 38 años, no era candidata a una mastografía, que se recomienda a partir de los 40. Fue hasta que acudió a revisión que le detectaron el problema.
“No dejemos a la desidia nada: yo me detecté una bolita en mi axila en octubre de 2018, pero como tenía una bebé de un año y me comía el trabajo, dejé la revisión hasta mis vacaciones. En enero de 2019 fui a hacerme el estudio”. Salió positivo.
Originalmente, su doctor y ella pensaron que era una mastitis -inflamación en el tejido mamario que a veces implica una infección-, porque ya la había sufrido en la lactancia de su primera hija, sin embargo, resultó ser cáncer en estado avanzado.
“Yo no me había dado cuenta porque en la mama no sentía nada, era normal, no me dolía, no tenía algún síntoma”.
Al recibir el diagnóstico, ella y su esposo se quedaron pasmados, pero alcanzaron a preguntar qué seguía. Era el estudio de contraste, que mostró que la enfermedad no se había extendido a otros órganos.
Los que se movieron fueron ellos: a partir de ese día Rosalba inició el tratamiento y enfrentó una mastectomía radical del seno derecho, 19 ciclos de quimioterapia y 30 radiologías, sin llorar y con una profunda fe religiosa.
“Yo le decía a mi abuela, que lloraba porque me iban a quitar un seno, ‘un seno no me define, voy a seguir siendo la misma Rosalba que conociste y hasta mejor, porque valoro cada parte de mi cuerpo’”.
El 2 de diciembre de 2019 y sigue en remisión, pero se dice agradecida por haber tenido los medios económicos para tratarse en un hospital particular, gracias a préstamos y apoyo de familia y amigos, sobre todo el de su esposo Mario.
Ahora Rosalba se ha vuelto activista y cada octubre da pláticas para concientizar sobre la importancia de la autoexploración.