Después de la muerte de Isabel II, el orden y la fortuna de los miembros de la familia real cambiaron, siendo el rey Carlos III; William, príncipe de Gales y Kate, duquesa de Cornualles los más beneficiados.
Su nueva fortuna incluye castillos, propiedades, inversiones, tierras, islas, palacios, joyas, obras de arte y patrimonio de la antigua Reina.
Además de la fortuna millonaria de los ducados de Lancaster y de Cornualles, propiedad privada destinada a financiar las actividades públicas, caritativas y privadas del príncipe de Gales y de su familia.
De acuerdo con la revista Forbes, el patrimonio del también duque de Cornualles se estima en 500 millones de euros. Después de 70 años de reinado, Isabell II dejó un testamento cerrado, donde suma a su herencia otros negocios familiares como el Crown Estate, una colección de tierras e inversiones que pertenecen a la monarquía británica.
A día de hoy, los miembros en activo de la Casa Real británica también reciben una parte de dinero público –la asignación soberana- para el desempeño de sus funciones oficiales.
Esto sumado a los dos millones de euros libres de impuestos que el rey Carlos III daba a los príncipes William y Kate cada año.
Cabe mencionar que Harry y Meghan, antes de renunciar a sus derechos y obligaciones como parte de la familia real, también recibían esa cantidad de dinero al año, lo que cubría el 95 por ciento de sus gastos anuales.
El resto de la herencia de Isabel II, que pueda recibir el príncipe William, está oculta y en control del rey Carlos III debido a que la herencia de “soberano a soberano” está libre de impuestos desde 1990.