León.- Cubrir un partido de futbol es algo que de manera natural siempre emociona, desde cumplir el protocolo de acreditación y obviamente tener acceso al estadio para posteriormente tomar un lugar y tratar de no perder detalle de lo que se encuentra a punto de vivir. Pero hay cosas que en definitiva aportan un tremendo plus a eso que de por si ya es especial y ese plus bien puede ser la presencia de Diego Armando Maradona.
Cubrirlo no era cosa fácil, había que mentalizarse a montar guardia digna de una visita papal o de un primer ministro. Al menos eso parecía cuando tuve la oportunidad de vivir la experiencia durante la final de campeonato y por el ascenso entre Dorados de Sinaloa y Atlético de San Luis a finales de 2018 y mediados de 2019.
Para empezar el impacto que significó tenerlo en México fue evidentemente mayúsculo, desde que los culichis lo firmaron un 10 de septiembre de 2018, había que hacerse a la idea que la prensa de prácticamente todo un país no se cansaría de darle seguimiento a todos y cada uno de sus pasos.
Y tal cual así fue, había que estar al pendiente de lo que pasaba en el rectángulo verde y también con lo que hacía Maradona. Si bien fue su etapa final como director técnico era evidente que mucha de la pasión que desbordó como jugador la plasmó como timonel, se podía decir que “se enganchaba fácil”, pero realmente parecía que le gustaba vivirlo a flor de piel. Por ello cuando la afición le gritó “se la come” y encima con la frustración que significó perder una final, salió ese Maradona polémico que encima de todo no había podido tener a sus Dorados cerca ya que previamente había sido expulsado.

Para su segunda oportunidad, el “10” ahora si estuvo en el banquillo, al saber que iba a dirigir como Dios manda, ameritaba irlo a buscar al aeropuerto y a su hotel de concentración. Ahí muchos con la playera de Boca, Argentina y hasta del Napoli, era un contexto irreal, otros más vivos dentro del lobby del hotel fingían pedir una mesa para cenar cuando la playera o la foto del Diego los delataba.
Siempre llegaba tarde, más bien parecía una estrategia para despistar a los seguidores y así evitar tumultos, pero si se informaba que iba a llegar a las 10 de la noche, terminaba por hacerlo un par de horas más tarde. Una vez que el autobús llegaba los presentes se emocionaban y como reportero había que hacerse espacio para mínimo acercarle el micrófono. Pero llegaba siempre acompañado de su viejo amigo y campeón en México 86, además de ser ex guardameta del León por allá de 2001, Luis Alberto Islas.
“Sólo les vamos a pedir que no lo toquen, viene muy cansado”
Justamente, Islas era el encargado de abrirle paso y decir lo anterior, mientras bajaba del autobús recién llegado del aeropuerto. Con paso lento pero seguro, prácticamente avanzaba para subir por el elevador y no abandonar su cuarto hasta el día del partido o la conferencia de prensa previa, en definitiva, no le gustaba andarse exhibiendo entre los pasillos.
Cuando se lo proponía, se ponía el sombrero y era todo un caballero y si no hay que preguntarle al entonces técnico de los potosinos, Alfonso Sosa, con quien en la final previa había tenido una serie de dimes y diretes, por lo que el Diego en medio de los medios de comunicación el día de la rueda de prensa previa, elogió su labor y de paso del nivel del futbol mexicano, como queriendo calmar las aguas y que la gente no le volviera a recordar que “se la iba a comer”, como vulgarmente le gritaban.

Había que hacer nota entonces no sólo de la rueda de prensa, también de Maradona y es que como no si era todo un personaje, una nota aparte. De los pocos que aunque no sea bien visto entre el gremio, hasta daban ganas de pedirle la foto y es que era el autor de “La mano de Dios”, “El gol del siglo” era el mismísimo “D10s”.
Genio y figura, polémico, entregado, apasionado, no había que perderle de vista en un solo momento, porque uno dejaba de ser reportero para recibir todo tipo de encargos al saber que se estaría cerca de él. Y hoy, 25 de noviembre luego de tanto, no deja de ser noticia y aquí estamos escribiendo sobre él. Descanse en paz el Diego de las multitudes.
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