En un segundo, en un maldito segundo Lionel Messi marcó la diferencia entre México y Argentina.
Una distracción mortal, se dejaron los metros justos fuera del área para que La Pulga controlara y disparara abriendo el ostión azteca.
Este gol provocó el derrumbe de lo que por una hora de juego había hecho bien el Tricolor cerrando los espacios y plantándose firme en defensa.
Pero en esta táctica mexicana estaba implícita la renuncia a marcar un gol. Si de por sí el Tri se había visto incapaz de anotar, menos lo haría tomando esa decisión por consentimiento propio.
Alexis Vega y el Chucky Lozano fueron dos aventureros enfrentándose a lo imposible, solos ante la experimentada zaga de Argentina.
El Tata Martino se vio obligado a rehacerse en medio del incendio generado por Messi, sin embargo, Antuna, Alvarado y Raúl Jiménez únicamente ingresaron para tirarse a la lona. Nada con ellos.
A pesar de que Argentina cedió el balón, los aztecas se rompieron ante un rival que huele bien el nerviosismo de sus víctimas.
Reapareció entonces la tibieza del sistema martiniano y nuestros selecionados no reflexionaron que era más pecado recibir un segundo gol que el no igualar el marcador.
Otra jugada canchera más de los albicelestes y cayó el golazo de Enzo Fernández, tanto que puede significar el penúltimo clavo en el ataúd mexicano.
A falta de un tercer juego, el Tri aún no muere en Qatar, pero pende de un milagro.
México necesita anotar, algo que desconoce, para vencer a Arabia y que la combinación del resultado entre Argentina y Polonia ayude a la causa.
Hay selecciones y técnicos que aprovechan las oportunidades y existen también los que se las roban. El Tri ante Argentina ni lo uno ni lo otro, sencillamente no quiso la gloria a pesar de que el futbol se la estaba regalando.
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