Novak Djokovic escaló a las gradas de la arena Rod Laver para celebrar su 10mo campeonato en el Abierto de Australia y empatar el récord con su 22do título de Grand Slam y, luego de saltar y saludar a su equipo, se tiró de espaldas y lloró.
Al volver a la pista, Djokovic se sentó en su banquillo al costado y se cubrió la cara con una toalla y siguió derramando lágrimas.
Este viaje a Australia resultó ser más exitoso al del año pasado — cuando fue deportado por no vacunarse contra el COVID-19 — pero azaroso en diversas formas: una dolencia muscular en la pierna izquierda y cierto tumulto ajeno a la canchas provocado por su padre. Contra viento y marea, Djokovic logró hacer realidad su lista de deseos: retomó su racha victoriosa en el Melbourne Park y nuevamente se encuentra en la cima del tenis.
“Esta probablemente ha sido la victoria más importante de mi vida”.
A duras penas exigido en la final, el serbio de 35 años fue simplemente demasiado dominante en los momentos cruciales al doblegar a Stefanos Tsitsipas por 6-3, 7-6 (4), 7-6 (5). Como bono, Djokovic saltará del quinto al primer lugar del ránking de la ATP, plaza en la que ha acumulado la mayor cantidad de semanas del tenis masculino.
“Quiero decir que esta ha sido uno de los torneos más exigentes que he disputado en mi vida. El no haber podido disputado el año pasado, volver este”, dijo Djokovic, luciendo una chaqueta blanca con el número 22 en su pecho.
“Y quiero agradecerle a toda la gente que que hizo sentir bienvenido, que me hizo sentir a gusto, para estar en Melbourne, estar en Australia”.
Djokovic volvió a Australia este año tras la saga legal por su deportación. Las restricciones de gobierno se han reducido desde entonces y en esta ocasión pudo obtener una visa a pesar de que sigue sin recibir las inyecciones contra la enfermedad que provoca el nuevo coronavirus.
Djokovic amplió a 28 encuentros su racha de victorias en el torneo de pista dura.
Su 10mo trofeo en Australia amplía el récord que ya tenía en Melbourne. Sus 22dos campeonatos de major — que también incluyen siete en Wimbledon, tres en el Abierto de Estados Unidos y dos en el Roland Garros — igualan la marca de Rafael Nadal para más títulos en el circuito masculino en la historia del tenis.
Fue superior a Tsitsipas en todo el encuentro, pero sobre todo en los dos desempates.
Djokovic abrió una ventaja de 4-1 en los primeros y cuando se vio 4 iguales, se llevó los últimos tres puntos. Lideró 5-0 el último tiebreaker y cuando terminó se señaló a la sien, trepó a la grada y chocó el puño y saltó con su entrenador, Goran Ivasinevic, y otros miembros de su equipo antes de derrumbarse entre lágrimas.
Djokovic regresó a la cancha, se sentó en su banco a un lado, se tapó el rostro con una toalla blanca y dejó escapar más lágrimas.
Margaret Court, con 24 títulos, Serena Williams con 23 y Steffi Graff con 22 son las mujeres más laureadas del tenis.
El conquistado el domingo fue también el 93er título del circuito de la ATP para Djokovic y le permitió romper un empate con Nadal en el cuarto puesto. Jimmy Connors lidera esa lista con 109 títulos.
“Quisiera darte las gracias por llevar nuestro deporte más lejos”, le dijo Tsitsipas a Djokovic.
“Es el más grande que ha tomado una raqueta de tenis”.
Djokovic disputó su 33ra final de un grande, mientras que Tsitsipas estuvo en la segunda. Tsitsipas también perdió ante Djokovic la ocasión anterior, en el Roland Garros de 2021.
Huelga tomar en cuenta algo: No fue que Tsitsipas jugó muy mal, salvo algunos fallos en los primeros compases que obedecieron más a la tensión de una final. Djokovic sencillamente estuvo intratable. Demasiado preciso con sus golpes, con apenas 22 errores no forzados, 20 menos que su oponente. Más ágil y flexible al correr (salvo cuando, al desplazarse hacia su izquierda, Djokovic sufrió una caída).
“Hice todo lo posible”, declaró Tsitsipas.
Con el título, Tsitsipas hubiera llegado al número uno por primera vez y reemplazar a Carlos Alcaraz, que alcanzó la cima tras ganar el Abierto de Estados Unidos el pasado septiembre pero no participó en el Abierto de Australia debido a una lesión en la pierna.
Aunque no fuera un gran consuelo para Tsitsipas, no había ninguna vergüenza en no derrotar a Djokovic en Melbourne. Desafiar su dominio de esas canchas duras azules es una tarea tan monumental como enfrentarse a Nadal en la arcilla roja de Roland Garros.
“Ha sido algo muy emotivo para nosotros. Muy emotivo para él”, comentó el entrenador de Djokovic, Goran Ivanisevic. “Es un tremendo logro. Fueron tres semanas muy difíciles para él. Se las arregló para superarlo todo”.
Djokovic reconoció que todas las vicisitudes le generaron mayor más presión.
“Tuve que invertir mucha energía mental y emotiva para no perder mi concentración”.
Y es que tuvo que lidiar con mucho más que derechas y reveses durante las últimas semanas.
Estuvo el recuerdo de la saga legal del año pasado, algo que reconoció era una cierta forma de motivación pero que había dejado atrás, y la curiosidad que tenía sobre la manera cómo los australianos le iban a recibir.
Recibió mucho apoyo, pero no faltaron los abucheos al jugar, incluyendo aplausos cuando cometió faltas el domingo.
También lidió con la dolencia en la pierna, la cual se vendó profusamente para cada partido. En la final del domingo solo se apreció una pieza de la venda.
Y luego el incidente protagonizado por su padre, Srdjan, captado en imágenes junto a un grupo que agitaba banderas de Rusia — una con la imagen del presidente ruso Vladimir Putin — tras su partido de cuartos de final. Las banderas de Rusia y Bielorrusia fueron vetadas por los organizadores. Djokovic y su padre explicaron que Srdjan creyó que estaba junto a compatriotas serbios.
De todas formas, Srdjan Djokovic no acudió a la semifinal de su hijo y tampoco en la final.
“Quedamos en que lo mejor era que no estuviera (en el palco), señaló Djokovic, quien se abrazó con su padre tras la final.
Djokovic, pese a todo, se agrandó como a menudo lo hace.
“Ha sido un largo recorrido, pero muy especial”, dijo.