Fue en uno de los 28 días de febrero de 1962 cuando la tierra arruinó la pulcritud de sus tenis deportivos y la brisa invernal desapareció la formalidad de su peinado sobre un campo que es analógico al lujo por su peculiar trazado de diamante. 

Mientras su padre, impulsado por el sueño de ser un pelotero profesional, reducía la vida de su madero con la perfección de su bateo y su guante de cuero sufría el impetuoso golpeo de roletazos con el mejoramiento de su accionar defensivo, Juanita Caudillo, sorprendida por el desarrollo del entrenamiento profesional de beisbol en uno de los tantos campos existentes de Silao, sufrió la manía juguetona del destino y sus azares. 

“Todos los demás peloteros corrieron, hasta mi papá, pero yo me quedé allí, en medio, solita, hasta que sentí como me pegó en la cabeza la bola que habían golpeado muy arriba. A raíz de ese momento, no lo sé, pero fue como una chispa que me impulsó a seguir yendo a pesar de las advertencias de mi mamá (risas)”. 

Juanita, sonriente, recordando a sus Bravos de León. 

Con un ambiente navideño imperante en los primeros días de enero del 2024 por el verduzco pino lleno de esferas y decoraciones en sus alrededores que son alusivas al 25 de diciembre que ya se fue, Juanita hace una introspección profunda en su memoria. Así fue como pudo explicar el pelotazo encima de la sien en uno de los tantos días donde acompañó a su padre, Hipólito Caudillo, en su sueño por alcanzar el profesionalismo dentro del beisbol. Coincidencia o destino, a los ocho años de edad, la chispa, eterna y diáfana como el recuerdo de su padre, se encendió por el apodado Rey de los Deportes. 

Sin embargo, fue por medio de un punto de quiebre donde su pasión escaló a un punto irreversible dentro de su vida cotidiana. Contra los estereotipos instaurados en aquella época, comenzó a fungir una labor que, en el segundo año de los Cachorros de León, era impensada que la realizara una mujer.

“Me caso y me vengo a vivir a León, pero quedó viuda a los 29 años y con cinco hijos. Le dije algún día a mi mamá que me ofrecían trabajo en el estadio de beisbol vendiendo cerveza y pues ella solamente me impulsó porque tenía que sacar adelante a mi familia. Con mucha vergüenza, pero mucha necesidad, comencé a trabajar para sacar a flote a mis hijos”. 

Murrell en su época con los Cachorros de León. Foto: Hablemos de beisbol Hermosillo.

A partir de ese momento, su nombre tuvo demasiada injerencia en el Estadio Domingo Santana, pues más allá de ser una simple vendedora de cerveza, se ganó un rincón especial en la organización. 

Lugar sagrado para los peloteros y aficionados leoneses, pudo conocer a distintas leyendas del equipo: ‘Papelero’ Valenzuela, ‘Zurdo’ Ortíz, Bernardo Calvo, Iván Murrell, Jack Pierce, Terry Blocker, Jaime Orozco, Julio Purata, ‘Lupe’ Chávez, ‘Chapo’ Vizcarra y ‘Paquín’ Estrada, solo por mencionar algunos que llegaron a su mente durante el florecimiento de su recuerdo que homenajea a aquellos que hicieron posible el resonar de la pasión por el beisbol en toda la ciudad. 

“De cronistas conocí al señor Jesús Lozano y a la voz oficial de aquel tiempo que fue Don Lalo López. Afortunadamente pude construir una enorme amistad con todos ellos”.

Jesús Lozano junto a ella y uno de sus nietos. 

Testigo de la transición de Broncos de Reynosa a Bravos de León en 1984, Juanita pudo conocer a Manuel Cortés, quien fue gerente deportivo de la franquicia y la ascendió de puesto en una respuesta de gratitud hacia su lealtad y disposición. 

“Viajaba con el equipo de prospectos llamado Caporales de Lagos de Moreno y, desde entonces, conviví muchos años con el equipo. Ya después, cuando llegó la temporada, me dejó a cargo de todo lo que tuviera que ver con el mantenimiento del dugout: lavar los uniformes, dejar relucientes los spikes y que no faltara nada, pero nada, en la ‘cueva’”. 

La leyenda de ‘Mingo’

Juanita, quien es considerada la primera mujer vendedora de cerveza en la historia del Parque de Pelota Domingo Santana, guarda en su memoria el recuerdo de cada uno de los peloteros extranjeros que vinieron a jugar con el cuadro leonés por el respeto que guardaron hacia su persona. Siempre abogando por el bienestar del equipo, provocó el crecimiento de sus hijos en las gradas de cada estadio que llegó a visitar con los Bravos de León. 

Era extenuante seguir a la franquicia en cada juego que disputaron, pero figuras como las de ‘Mingo’, son las que hicieron valer la pena un recorrido lleno de alegrías y satisfacciones, pero también de tristezas y decepciones. 

“Domingo siempre entraba al dugout y se ponía a platicar con los lanzadores para motivarlos. Recuerdo que siempre decía: ‘recuerden que se gana o se pierde, pero vamos a tratar de darle lo mejor a esta afición para que regrese al estadio’”. 

“Era una persona muy amable y directa con los jugadores, luego, cuando llegaba con ‘Paquín’ Estrada, hablaba siempre con él para dejarle en claro que no había consentidos y que jugara quien estuviera en mejor forma. Quería que siempre les dieran lo mejor de ellos a la afición”. 

Domingo Santana siempre luchó por la difusión del beisbol. Foto: Archivo Histórico de Beisbol. 

Homenajeado con el nombre del parque de pelota donde actualmente se juega el circuito veraniego, mantiene vivo el recuerdo de ‘Mingo’, quien impulsó al equipo siempre que vio la posibilidad de hacerlo, tal y como también lo hizo ‘Paquín’ Estrada. 

“Mi vida se acabó”

Compañeros de trabajo durante la algarabía que generó el primer y único título de la franquicia en 1990, Estrada se ganó un lugar especial en el alma de aquella mujer guanajuatense de pelo rizado que, en poco tiempo, se ganó el mote, quizás, más prestigioso del beisbol: ‘caballona’. 

Definido como un mánager estricto, pero siempre priorizando la unión del grupo sin tener consentidos dentro de la ‘cueva’, la caballona de Silao dejó en claro el amor de Estrada hacia los Bravos de León con una anécdota emotiva. 

“Lloramos un día juntos en el estadio cuando a él le dijeron que ya no manejaría el equipo. Puedo casi casi asegurar que eso fue lo que acabó con él porque ya tenía una desgracia en su vida y quedándose sin trabajo recuerdo que me dijo: ‘mi vida se acabó’”. 

Paquín durante su labor como manejador de los Bravos. Foto: Deporte Digital. 

Las primeras Bravas de León

Sin embargo, antes de que la incertidumbre agobiara sus planes con la liquidez de su sueldo en 1991 por la desaparición de la franquicia, su paso por la institución dejó un recuerdo sin precedentes en la historia del deporte leonés: las Bravas de León

“Cuando el equipo iba de gira, Martín ‘Topo’ Sánchez no viajaba porque estaba lesionado y entonces, con el permiso del club, organizaba juegos de sóftbol en el estadio. Las trabajadoras contra las mujeres de los peloteros, digo, siempre nos ganaban (risas) pero nos divertíamos mucho”. 

Con juegos dos veces a la semana, ella, desde la primera base, dejó como recuerdo el primer esbozo de las Bravas de León junto a sus compañeras, donde destaca la figura de Alicia Guerrero, quien es hermana del legendario basquetbolista leonés Arturo ‘Pitos’ Guerrero. 

El equipo de la trabajadoras en el Domingo Santana. La primera, de pie y de derecha a izquierda, es Juanita; en el mismo orden, la cuarta, con gorra verde, es ‘Licha’. 

Entusiasmada por la pronta inauguración de la Liga Mexicana de Sóftbol el próximo jueves 25 de enero, deja en claro que su pasión por la franquicia no conoce límites. 

“Yo les digo a mis hijos y nietas que ojalá tuviera la edad suficiente para jugar porque la rompería (risas) y nada, espero que nos vaya muy bien y allí, como siempre, desde el primer día, estaremos apoyando, y con mayor razón, porque justo quiero celebrar mi cumpleaños en el estadio”. 

“Es mi vida”

Con más de un lustro laborando al interior de los Bravos de León, Juanita Caudillo, quien presenció un sinnúmero de episodios en el dugout como la pretensión de un apostador hacia un lanzador para que se dejara perder el juego, define a la pelota de 108 costuras como “mi vida, donde he aprendido y crecido como persona”. 

Sin perderse un solo juego de los leoneses, solo espera que se salga del sótano de la Zona Sur y pueda vivir, una vez más, un ambiente de playoffs en las gradas del recinto. 

Destacando que “antes se jugaba por amor al juego y hoy, la mayoría, solo por lo que cobran”, manda un claro mensaje hacia todos aquellos que integran la organización leonesa.

“Siempre estaremos apoyando porque esta pasión es incomparable. Esperemos poder celebrar otro título y salir adelante con el equipo debido a que nosotros, como afición, no los hemos abandonado ni un segundo”. 

Enfundada en la camisola roja de los cuereros y portando en la mano derecha una bola autografiada por Fernando ‘Toro’ Valenzuela, Juanita se despide tras una fructífera charla de una hora donde todavía quedaron anécdotas por contar. 

La bola, que está firmada por el responsable de la Fernandomanía, es conservada como una reliquia. 

Con la promesa intacta de asistir al estadio en todo el 2024, da las gracias en su despedida, no sin antes expulsar de su boca el grito de guerra de la franquicia: “¡Vamos Bravos!”. 

-El Dugout del Gabo.

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