Marco Chicuate le dijo adiós a la etapa de intermitencia y le saca brillo a la introversión. Es la excepción en tiempos de avaricia, esos en donde el dinero corrompe a la fidelidad deportiva. Se aleja de la palabrería y habla con un juego propio que destaca por la inteligencia y la capacidad de salir avante en los momentos más apremiantes.
Sabemos que los números no lo son todo y es un error guiarnos bíblicamente por su cruenta y apasionante frivolidad, pero es una herramienta poderosa que, en este caso, nos ayuda a fortalecer la valía del mochitense.
En average de bateo, vive el mejor año de su carrera con un .440 que después de 37 juegos de campaña regular, es el mejor de todo el circuito veraniego.
Su labor se magnifica cuando es, junto a Fernando Villegas de Saraperos de Saltillo, los únicos dos mexicanos dentro del Top 5 de este departamento por encima de hombres como Robinson Canó (.377) y Vimael Machín (.414).
La historia de Chicuate la tocaremos a profundidad cuando podamos entrevistarlo la próxima semana, pero enfocándonos en su mera trayectoria, nos podemos dar cuenta de que ya superó esa etapa de intermitencia que todo ser humano atraviesa en la cotidianidad.
Comenzó su carrera con los Broncos de Reynosa en 2012 y fue de los únicos peloteros que sufrieron (para bien) la mudanza de esta franquicia a León en 2017, pues se mantuvo en la nómina de los ahora llamados Bravos.
Después de dos años en el Bajío, en 2019 se marchó a la zona norte con los extintos Generales de Durango, donde bateó para un pobre .077 al solo impulsar una carrera y pegar un doble en 14 apariciones al plato que pudo recabar en cinco juegos.
Un año después, en 2021, aterrizó en Tijuana para jugar con los Toros. Allí tampoco encontró regularidad con solo siete hits y dos impulsadas en 16 juegos, donde bateo para .269.
En 2022 regresó a León, pero luego de 31 juegos de .287 con 29 hits, cinco jonrones y 13 producidas, fue cambiado, de nuevo, a Tijuana. Allá, su nivel decayó. Solo participó en 14 juegos y pudo pegar seis imparables e impulsar tres carreras que le provocaron un promedio de .240.
Tras ese amargo cierre, el regreso y, por fin, la tan ansiada estabilidad. En 2023, se enfocó puramente en Bravos y los números hablaron por sí solos: .286, 40 hits, dos jonrones y 20 producidas.
Ahora, en la actualidad, en esta segunda vez que hila dos temporadas con los Bravos de León, nos damos cuenta del trabajo que está enfocado en escalar y mejorar su potencial a niveles muy superlativos en lo personal.
Los resultados, que a pesar de que no te cuentan sus momentos de gloria en momentos apremiantes como el hit que comenzó el rally de cuatro carreras en el noveno inning del primero de la serie ante Sultanes de Monterrey, donde además se fue de 4-4 con dos producidas, sí son contundentes: .440 de promedio, tres jonrones y 18 impulsadas.
Además, para los que gustan de la sabermetría, Marco es primero en OBP con .485, cuarto en OPS con 1.111 y sexto en Slugging con .626.
Redacto mi opinión y la refuerzo con tantos números para que en usted, amable lector, quede muy claro que a Marco Chicuate ya nadie lo va a parar.
Con seis asistencias, un error, un doble play y 180 put outs que lo hacen acreedor a un muy respetable .995 de fildeo, el receptor mexicano es alguien que se sale del guionismo foráneo e intercambia los papeles.
Es el séptimo bate CLUTCH que todo roster ansía tener. Usa disfraz de antepenúltimo cuando, en realidad, tiene madera de tercero y cuarto, pero es mejor mantenerse como lo ha hecho en sus 12 años de carrera: con perfil bajo y sin el objetivo ni la necesidad de llamar a los reflectores.
Y es que, por si fuera poco, detrás del plato, es sumamente tiempista: habla con su lanzador cuando se tiene que hablar, detiene la bola cuando se tiene que detener y reclama (discretamente) cuando se tiene que reclamar.
Candidato a ganar el MVP de los leoneses en 2024, Chicuate, quien es el primer pelotero en la historia moderna de la organización en pegar tres jonrones en un mismo juego, es alguien maduro y resistente a los fracasos.
Nada es casualidad y este caso lo demuestra. Creer que es una temporada efímera y ‘de chiripa’ es estar equivocado y no entender los procesos de la vida.
Esa etapa de intermitencia y miedo ya la vivió y se enriqueció enormidades de ella. Ahora, en la de la consistencia y el equilibrio, vemos un rendimiento de gozo pero también de responsabilidad y entrega total.
Marco es imposible de parar y solo nos toca a nosotros, desde la grada y el análisis, dimensionar la magnitud de ello.
PD: está implícito que, con todo este rendimiento, Marco Chicuate es el pelotero franquicia de la organización. Solo esperar que aguanten los billetazos y no lo vendan al mejor postor…
-El Dugout del Gabo.