El nuevo campeón.- Con su aplastante victoria cuatro juegos a uno sobre los Mavericks de Dallas, el conjunto de los Celtics de Boston se confirmó como el más poderoso de la NBA, y de paso quedó en solitario como la franquicia con más campeonatos en la historia de la liga (18), rompiendo el empate con sus acérrimos rivales, los Lakers de Los Ángeles.
Los bostonianos jugaron estas finales casi por nota, a excepción del cuarto partido celebrado en Dallas, en el que aflojaron en varios lapsos, permitiendo la victoria texana. Joe Mazzula, coach de los Celtics, le “comió el mandado” a Jason Kidd, quien desde su estrategia nunca pudo descifrar lo planteado por un rival incómodo, que es capaz de defender y atacar con la misma solvencia.
Jason Tatum tuvo un gran desempeño, tanto en la temporada regular como en los playoffs, y obviamente en las Finales. Tatum es la verdadera estrella de este conjunto y ninguno de sus compañeros estuvo cerca de su desempeño y números.
Sin embargo, es justo señalar que Jaylen Brown fue mejor que su compañero en los últimos cinco partidos de la temporada, por lo que ha recibido merecidamente la distinción de MVP de las Finales, promediando 20.8 puntos, 5.4 rebotes y 5 asistencias. Indudablemente, estos dos forman la mejor mancuerna de toda la liga.
Pero lo de Boston va más allá de su pareja de estrellas: los Celtics son un equipo muy trabajado y bastante conjuntado; el aporte de elementos como Kristaps Porzingis, Jrue Holiday, Derrick White y Al Horford, tanto en temporada regular como en los playoffs, fue importantísimo para que los bostonianos alcanzaran la corona.
La clave del éxito para Boston es el balance. Todos atacan y todos defienden: si alguien no dispara, seguramente hará sentir su presencia al rival cuando este ataque. Los Celtics son letales a la ofensiva, pero también son un equipo concentrado a la hora de defender, y lo hacen de forma férrea, rayando en lo duro.
Dallas y Doncic lo intentaron, pero el rival fue muy superior. En conclusión, pudiéramos estar presenciando el inicio de una dinastía, y dependerá de los propios jugadores bostonianos consolidar esta posibilidad.
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