Su pasión por la natación nació a los ocho años, se edificó a los 18, se transformó a los 27 y se eternizó a los 35. Hoy, a tres meses de cumplir 39, añora el pasado, pero no se estanca en él, sino todo lo contrario: vive y se emociona por el cambio continuo.
Disfruta una nueva odisea en su vida terrenal y lo refuerza: “Estoy muy contenta de inculcarles mi conocimiento a los chicos, de verlos crecer y que puedan competir por Guanajuato dignamente”.
Su nombre es Laura, su apellido Sánchez y es colaboradora de Guanajuato en la rama de clavados individuales y sincronizados. Enseña y aconseja a promesas como Abril Navarro, y a deportistas consolidadas, como Arantxa Chávez.
Asistente a tres Juegos Olímpicos en 2004, 2008 y 2012, es la primera y única clavadista mexicana en ser medallista. Y lo logró en su última odisea en Londres, donde se colgó la medalla de bronce en trampolín de tres metros.
Por azares del destino, aquel fue el cerrojo con broche de oro a una carrera de casi tres décadas. En este lapso, además del bronce en los Juegos Olímpicos, Laura se hizo de seis medallas (tres de oro y tres de plata) en tres ediciones de Juegos Panamericanos y una de bronce en el Campeonato Mundial de Barcelona que se realizó en 2003.
“Ha sido un proceso de muchos años porque al inicio sí fue muy difícil romper con una rutina que era levantarme, entrenar, descansar y volver a entrenar. Es sumamente complejo el decir adiós, pero hoy sigo en mi ambiente y lo estoy disfrutando mucho”.
Sin embargo, para llegar al goce que hoy impera en su día a día, atravesó por dos sinuosos episodios que la orillaron a replantearse las cosas y cambiar por completo su manera de ver la vida.
“En 2015 me retiré básicamente porque fui mamá. Sentía la presión de decirme: ‘ya estás vieja, ya eres mamá, ¿qué sigues haciendo aquí?’. Tuve a mi hijo en septiembre del 2015 y después de que me dieran mis 90 días obligatorios de descanso, regresé a competir en enero del 2016 y tuve una buena puntuación, pero ya no fui elegible para la Copa del Mundo”.
En mayo del 2016, a pocos meses de que se disputaran los Juegos Olímpicos de Río 2016, decidió dar un paso al costado.
“Sentía que estaba luchando sola y yo siempre quise ser mamá. Cuando me dijeron que no era más elegible y debía darle lugar a una nueva generación, decidí priorizar a mí familia, a mí bebé y fue por eso que tomé la decisión de retirarme”.
No obstante, en 2019, de cara a Tokyo 2020, aceptó la invitación de Arantxa Chávez y se preparó para competir con ella en clavado sincronizado. Pero, por azares del destino, la pandemia llegó, dificultó las cosas y, aunado a los distintos dolores en hombros y rodillas, decidió retirarse de manera definitiva porque “ya era el tiempo de decir adiós”.
La experiencia en Juegos Olímpicos
Rememorando el pasado que forjó su carácter, Laura hace énfasis en su actuación en Atenas 2004, pues destaca que fue el más difícil que le tocó enfrentar por su edad (18 años) y un grave problema de lesión.
“Fui con una lesión en mi rodilla izquierda porque se me rompió el tendón rotuliano y bueno, recuperarme de esa lesión, que se me hizo presente a escasos once meses de mi primera experiencia, me costó muchísimo trabajo”.
Cuatro años después, en Beijing 2008, las cosas cambiaron. El aprendizaje, ese elemento esencial de la madurez, se erigió como el sustento primordial en el aspecto psicológico.
“Iba muy bien compitiendo y en la final, en el cuarto clavado, caí de panza pero por una distracción porque mi cabeza empezó a pensar en mil y un cosas y ese fue el detonante para que acabara en el décimo lugar”.
Por último, en Londres 2012, el éxito se consumó. Con 26 años de edad, la plenitud se había alcanzado y la madurez, después de adherirse a su carácter, se hizo presente en su máximo esplendor.
“De los tres Juegos Olímpicos, Londres 2012 fue el más sencillo. Estaba más enfocada y creyendo que podía ganar una medalla y haberla logrado en el plano individual fue la cereza en el pastel. Yo trabajé mucho, no nada más ese año, sino desde muy atrás trabajé demasiado para conseguir ese resultado”.
París 2024: Con la fe intacta
Tal como sucedió hace tres años en Tokyo 2020, Laura verá París 2024 sin la obligación de competir. Sin embargo, aquello no la exime de dar su punto de vista acerca del presente problemático que viven los deportes acuáticos debido a la ausencia de apoyos por parte de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE).
“Yo creo que a CONADE le faltó más empatía con sus entrenadores y deportistas porque finalmente son los estados los que han tenido que entrar para darle apoyo y respaldo a deportistas y entrenadores”.
“Todos han sido afectados porque se les quitó un recurso muy importante, pero, a pesar de todo, resaltó que ellos siguen trabajando con la ilusión de ir a París 2024 y traerse consigo medallas”.
Sin atreverse a dar un pronóstico, confía en demasía en colegas como Alejandra Orozco, quien asistirá a sus terceros Juegos Olímpicos tras lograr una medalla de plata en Londres 2012 y una de bronce en Tokyo 2020.
“Yo les deseo lo mejor, que cumplan sus sueños y expectativas, que regresen felices y satisfechos de esa alberca de París. Ese es mi mayor deseo y creo que se tiene que seguir trabajando en conjunto para tener un mejor deporte en México”.