Dicen que cuando hablaba, hasta el ‘Chino’ Ley, personaje estoico, inquebrantable y legendario en el beisbol mexicano, callaba. Era tanto el respeto hacia su figura, que el silencio se convertía en nimiedad. Todo se quedaba corto a su lado.
Los vetustos libros de historia, que se quedan cortos a las anécdotas de quienes lo vieron jugar y vivieron de cerca su legado, expresan gratitud y excepción. Fue un adelantado a su época. Desechó los estereotipos y rompió los esquemas. ¿Qué un pelotero no puede ser al mismo tiempo mánager y jugador? Qué risible enunciado.
Y es que se podrían escribir hasta diez columnas de cinco mil palabras sobre Francisco Estrada Soto, pero le aseguro, estimado lector, que ni eso alcanzaría para resumir su legado y darle el lugar que tanto se merece en la historia, ya no solo del beisbol mexicano, sino del deporte nacional en general.
Miembro del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, ‘Paquín’ fue un ser extraordinario que salió de lo ordinario. Desde la receptoría, él domó la mascota como nadie. Correr por los senderos para tratar de estafarlo era inútil: el control con su mente, la del lanzador y la del diamante en sí mismo, era inconcebible.
¿La pelota vuela más acá que allá? Eso no le importó en lo más mínimo. Jugando en el verano en la LMB y en invierno en la LMP, Estrada acumuló un total de 3 mil 358 incogibles: 2 mil 089 en el verano y 1 mil 269 en el invierno.
Los Diablos Rojos del México, los Ángeles de Puebla, los Piratas de Campeche, las Truchas de Toluca, los Petroleros de Minatitlán y los Bravos de León, fueron los equipos del verano que gozaron de su función dentro y fuera del diamante. Sin embargo, solo los Piratas (1983) y los Bravos (1990) lo disfrutaron en su máximo esplendor con dos títulos en su etapa de manejador-jugador.
Por si fuera poco, en el Pacífico, donde el nivel aumentaba considerablemente, Estrada fue un roble durable, fuerte y estoico. Debutó en la ciudad de su equipo natal: los Mayos de Navojoa, donde comenzó a escribir una carrera legendaria con apenas 16 años de edad. Después, decidió prestar sus servicios en tres equipos diferentes: Yaquis de Ciudad Obregón, Venados de Mazatlán y Águilas de Mexicali. En total, jugó 30 temporadas y fue parte emblemática de dos títulos en los Tomateros de Culiacán: 1982-83 y 1984-85.
Con los culichis se convirtió en emblema. También como manejador-jugador, perdió la final de la 85-86, pero reforzó al cuadro mexicano en la Serie del Caribe que terminaron por ganar en Venezuela.
La vida le puso en el camino una difícil decisión: colgar los spikes y retirarse, pero aquello no lo eximió de seguir dedicando su vida al beisbol. Y es que, parece ser, nació para vivir en carne propia lo que acontece en torno a una bola de 108 costuras.
Su labor como manejador tampoco conoció límites. Se abocó por completo a dar órdenes desde el dugout y la cifra, como toda su carrera, fue frenética: 28 años de trayectoria.
Victoria bien puede ser sinónimo de Paquín Estrada y los números hablan por sí solos. A través de triunfos en momentos decisivos, ayudó a edificar la grandeza de los Tomateros de Culiacán con seis campeonatos, además de haber logrado uno más con Águilas de Mexicali.
En siete participaciones con México en Series del Caribe, ganó dos títulos y fue el histórico mánager que dirigió a la Selección Mexicana por primera vez en el Clásico Mundial de Beisbol.
Así de grande es el legado de Francisco Estrada Soto en el beisbol mexicano, pero de entre todos sus equipos, hay uno en específico que le guarda un enorme y eterno cariño.
Con una sólida trayectoria de tres años (1989-1991) como mánager-jugador, y un pasaje más solo como manejador a inicios de la temporada del 2017, León y Paquin fueron destinados a compaginarse el uno con el otro.
Su estancia en León fue relativamente corta, pero suficiente para ser ‘Brava’ y dejar un legado imborrable en la ciudad. Él, con el aura beisbolístico impregnando su mente, cuerpo y alma, lideró y fue pieza fundamental en un grupo de hombres que se erigieron como los responsables de un crecimiento bastante exponencial del deporte en León.
Jaime Orozco, Jesús Sommers, Jack Pierce, Alvin Moore, Diego Seguí, Martín Raygoza y Manuel Cazarín se conectaron tan bien, que la dirección y bujía de Estrada, fue la cereza en el pastel para lograr el primer y único campeonato de la franquicia en 1990.
Aunque la suerte no le sonrió en su regreso en 2017, su leyenda trascendió a la eternidad en 2019, cuando, lamentablemente, se anunció su fallecimiento.
Hoy, un lustro después de ese doloroso momento, el Olimpo se abrirá en el Domingo Santana para inmortalizar a la leyenda más grande que ha pisado su diamante.
A través de dos dígitos emotivos e incomparables, hoy será un día especial. El 25, ese número que tanto significó en su carrera, será el primero que se retira en la historia de los Bravos de León. Y lo harán con una sentimental ceremonia que se celebrará en el atardecer de este jueves 25 de julio del 2024.
Hoy, Paquín Estrada se vuelve inmortal. La ciudad y el equipo, ya se lo debían, y aunque se tardaron bastante en entenderlo y ejecutarlo, se aplaude de pie una acción que sirve para evocar al pasado, motivar el presente y enriquecer el futuro.
Hoy, querido lector, si vas al estadio, más allá del espectáculo deportivo, disfruta y vive al máximo de un momento inolvidable. Que se te enchine la piel, que saltes de alegría y que se te salgan las lágrimas.
Hoy, todo se vale.
Hoy, toda esa odisea detrás de la receptoría, tiene un más que merecido homenaje.
Hoy, Paquín, estoy seguro que estarás muy feliz.
Hoy, es un lindo día para ser un Bravo de León.
Hasta donde quiera que estés, Paquín.
-El Dugout del Gabo.