Se lleva sus dos brazos al rostro. Después se los quita y entrecierra los ojos. Se lleva la mano izquierda, se limpia un poco las lágrimas y comienza un efímero desconsuelo. Físicamente, sobre esa espalda que cayó derrotada sobre la tarima del Champ de Mars Arena, Prisca Awiti estaba sola, pero espiritualmente, estaba rodeada de millones de mexicanos y, en específico, de varios seres queridos. “Fuimos construyendo esa medalla de plata con ella”, dice Braulio Alcaraz, compañero de aventuras y sueños. “La ilusión se fue haciendo cada vez más real, se miraba muy segura de sí misma, concentrada y enfocada. Siempre estuvo donde tenía que estar: en el presente, en la pelea, dándolo todo”.
Primo-hermano de Prisca, Braulio vivió a flor de piel la edificación de su leyenda en el deporte mexicano. Él, mejor que nadie, sabe del esfuerzo, dedicación y sacrificio que le costó alcanzar la catarsis misma en esa medalla de plata, pues no se trata de un simple artefacto metálico, sino la conquista del corazón de todo un país.
“Mi papá, Jorge Alcaraz, y su mamá, Lola Alcaraz, eran hermanos de sangre”, recuerda. “Mi papá era mayor a ella, pero se querían muchísimo porque nació uno detrás del otro”.
Lola, quizás la madre mexicana más famosa del momento, siempre ha sido aventurera. El destino, que seguramente ya estaba escrito, la llevó a un gran punto de quiebre: dejar su tierra natal, León, Guanajuato, para mudarse e iniciar una nueva vida en Londres, Inglaterra. Allí supo lo que es el enamoramiento. Conoció al keniano Xavier Awiti, que por la complicidad mutua y la intensificación de una amorosa conexión, no tardó en convertirse -cariñosamente- en ‘Tuti’.
Junto a él, cimentó una amorosa familia de cinco hijos, y Prisca, muy enérgica desde niña, fue la segunda.
“En su juventud, mi papá (Jorge) y ella (Lola) siempre fueron muy cercanos y pues él siempre era muy feliz cada que venían a visitarlo a León. Además, de entre todos nosotros, mi padre siempre fue el más enérgico de todos. Él se llevaba a correr a Prisca y sus hermanos a la deportiva a correr dos días a la semana”.
Jorge era vigoroso y activo. En León, corrió varias ediciones del maratón más longevo de México, e incluso, viajó a Mazatlán para vivir a flor de piel el sentimiento de correr en otra parte de su país. Sin embargo, la ambición no quedó allí y en 1997, corrió el Maratón de Londres, donde registró el mejor tiempo de su vida: dos horas y cincuenta y siete minutos.
Ese ejemplo fortaleció la naturaleza competitiva de Prisca, quien en sus visitas de dos a tres meses en León, escribió anécdotas que aún siguen nítidas en el recuerdo de Braulio.
“Ella y sus hermanos estuvieron en judo desde niños y los juegos siempre eran de contacto, pero jamás fueron malintencionados. Te agarraban y te alzaban, entonces siempre era una aventura para saber quién era el más o menos empujado.
De hecho, el martes, en una reunión con mi familia, nos reímos mucho porque una prima y yo convivíamos mucho con ellos. Jugábamos y decíamos que éramos sus ‘sparrings’ de aquel entonces (risas), que muchas llaves que han hecho con el judo las practicaron con nosotros y las fueron perfeccionando”.
La conexión entre Braulio y Prisca siempre ha estado latente. Con navidades en la juventud, donde se fortaleció, fue en la infancia donde se cimentó. Junto a Jorge, hermano de Lola, padre de Braulio y tío de Prisca, vivieron interminables aventuras en León. Viajaban, caminaban y corrían en lugares como el Cerro del Gigante, a donde iban muy seguido a convivir y disfrutar del campo y los ríos.
Ese recuerdo, entre muchos otros más, mantienen vivo a Jorge Alcaraz, quien, lamentablemente, falleció una década atrás debido a un cáncer fulminante. Su figura, importante en la infancia de Braulio y Prisca, trascendió a la eternidad y, sin duda alguna, los ha acompañado en este trayecto deportivo.
Sede de vivencias y recuerdos que se mantienen en vida a través de las anécdotas, León es también un lugar especial y emblemático para la histórica judoca mexicana. Desde las raíces de su mamá, quien nació en esta ciudad, pero tuvo en sus raíces la localidad de Tejocote de Calera, del municipio de Yuriria, Prisca tendrá siempre un vínculo entrañable.
“Prisca se identifica como leonesa”, establece Braulio. “Ella entrena y radica en Ciudad de México, pero siempre que viene a Guanajuato, es a León, donde se queda con unos primos y una tía”.
Con desconocimiento de cómo será su futuro, Braulio, quien seguramente se reunirá con Prisca Awiti y su familia en el Fraccionamiento Hidalgo, donde se han establecido en León desde el tiempo de sus abuelos, para darle una cálida bienvenida, deja en claro que su prima-hermana es cien por ciento mexicana, y dejando de lado los comentarios negativos que ponen en duda su nacionalidad, le manda un emotivo mensaje.
“Estamos muy orgullosos de ti, no te imaginas el mar de emociones que nos hiciste sentir el martes, en cuestión de pocas horas. Nos da muchísimo gusto ver cómo competiste por México. Elegiste un camino y ese te está haciendo brillar mucho porque es lo que te apasiona. Has batallado mucho y estás siendo feliz, entregándote, haciendo algo fuera de lo ordinario y estamos muy felices por ello”.