Luego de 11 meses desaparecido, Omar Reyes López puede descansar en paz. Así fue el último adiós en la comunidad de Santa María Amajac al joven hidalguense que perdió la vida en su intento por cruzar la frontera a Estados Unidos.

Mariachi, música de banda, cohetones y flores adornaron el camino que recorrió el cuerpo de Omar Reyes López en su último adiós por las calles del barrio El Fresno, en la comunidad de Santa María Amajac de San Salvador.

Un contingente de casi cien personas acompañó el féretro blanco con vivos en plateado que fue velado desde la madrugada de este miércoles en el lugar donde Omar residía con sus abuelos.

ACUDIÓ A LA CAPILLA DEL BARRIO

Luego de ser velado, alrededor del medio día de este jueves el ataúd del joven de 19 años salió en hombros de sus amigos para recorrer las calles empedradas de la zona hasta la capilla, donde permaneció aproximadamente 20 minutos en los que recibió bendiciones y cánticos religiosos.

“Lo queremos cargar hasta la otra iglesia”, dijeron los amigos de Omar, quienes pidieron que el ataúd no fuera en la carroza fúnebre a su próximo destino, sino también en hombros de las personas que lo querían.

Con el sol cayendo a plomo, el contingente se dispuso a caminar a la siguiente iglesia, ubicada en el centro de la comunidad, trayecto que a decir de los lugareños era de aproximadamente 40 minutos a pie.

El tiempo de recorrido, el peso de la caja y el calor, no fueron impedimento para que seis amigos de Omar cargaran su ataúd entre las bajadas rocosas que dificultaban el andar, pero el mariachi y la música de banda que tanto le gustaba al joven homenajeado les dio fuerzas para aguantar el recorrido.

EN LA IGLESIA DE LA COMUNIDAD LO ESPERABAN MÁS PERSONAS

Tras 40 minutos de caminata, el cortejo llegó al centro de la comunidad, donde se encuentra la iglesia de jardín amplio que es enmarcada por un teatro al aire libre y una gran explanada que daba paso al atrio, donde ya aguardaba un gran número de personas para despedir a Omar.

La iglesia lució abarrotada, personas se quedaron afuera escuchando en una bocina la santa misa que ofrecieron con el cuerpo de Omar presente, en la que el mariachi tocaba entre rezos e intervenciones del sacerdote.

Al culminar la eucaristía, el féretro, nuevamente cargado en hombros de amigos de la familia y del joven, se dirigieron al panteón, a unos cuantos metros de la iglesia.

EL ÚLTIMO DESCANSO

El cementerio lo aguardaba para ser su lugar de descanso, donde su familia ya no iba a tener el sufrimiento de no encontrarlo: “descansa él y descansamos nosotros”.

El mariachi nunca dejó de tocar, los músicos de la banda, pese al calor, no se cansaron de sonar las trompetas y la tambora, hasta que fue el momento en que cubrieron el ataúd con tres planchas de concreto a seis metros bajo tierra.

Ese fue el momento cuando hasta el más valiente se quebró, las lágrimas rodaban en las mejillas de amigos, amigas, familiares y cualquier conocido de Omar, a quien la mayoría conocía por “chambeador” y carismático, dijeron.

Para interrumpir el momento de llanto y aplausos, uno de los familiares, montado en un montículo de tierra, agradeció a todos por el apoyo brindado a la familia durante casi un año en que no se supo nada de Omar, ayuda que aseguró es difícil de gratificar.

UN CUERPO AL CUAL LLORAR

Pala a pala de tierra fue cubierto el ataúd, uno a uno los asistentes tomaban rumbo a la salida del cementerio, no sin antes buscar a los familiares para dar el pésame y ratificar su apoyo, además de repetir la frase: “Ahora Omar descansa en paz”.

Sí, ya no te buscan Omar, ahora saben dónde estás, se acabó la incertidumbre, el sufrimiento de saber si estás bien o mal, hoy, en palabras de tus familiares: “Ya tuvimos un cuerpo al cual llorarle”, a diferencia de muchas otras familias de migrantes que siguen desaparecidos y cuyo único lugar de descanso es el desierto.

 

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