Panamá.- Durante esta pandemia, la profesora Graciela Bouche rema a bordo de una canoa por el río Chagres, para llegar hasta donde se encuentran los niños indígenas que no tienen conexión a internet.
Son 15 minutos los que navega la mujer de 37 años, para poder dar su clase a quienes no pueden integrarse a las sesiones virtuales. Desembarca en el puerto de los Ella Puru, de la etnia emberá.
Lleva consigo una computadora portatil, un pequeño pizarrón y algunos bocadillos para compartir con sus alumnos quienes viven en una zona donde el turismo solía ser la principal actividad económica. Actualmemnte no entrar recursos por la contingencia sanitaria.
La decisión fue por el problema de conectividad que ellos tienen y que no estaban recibiendo el contenido académico igual que el resto de los estudiantes. Eso me motiva a venir y a acercarme a ellos a darles clase semipresencial”, explicó Graciela.
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SIN PRETEXTO PARA ESTUDIAR
Los pequeños estudiantes de Ella Puru y de las comunidades aledañas acuden a la escuela Omar Torrijos, en la provincia de Panamá. Para llegar, sus padres los llevan en bote hasta el puerto, y de allí deben viajar 40 minutos en autobús.
Cuando llego la pandemia por COVID-19, se cancelaron las clases presenciales para adoptap la modalidad virtual pero la maestra Bouche notó que a sus alumnos indígenas les costaba conectarse ya que en ocasiones no hay energía electrica y la señal teléfonica es muy débil.
Por el teléfono a veces aquí se va la señal, o no hay data o no tengo tarjeta con que conectar al niño, y como son páginas web se hace difícil entrar”, dijo madre de familia.
La conectividad fue muy difícil, y es difícil para nosotros como indígenas, principalmente”, dijo padre de familia.
LLEGÓ LA HORA DE APRENDER
La profesora panameña se organizó con otros docentes de la escuela para ser ella el enlace con los estudiantes indígenas e ir una vez a la semana a visitarlos.
Al llegar a la comunidad, Graciela se reúne con 30 niños en un anfiteatro hecho de vigas con techo de hojas secas. Separa a los alumnos por grado en su repectiva mesa sin olvidar la medidas sanitarias como el uso de cubrebocas y el gel antibacterial.
La profesora videollama con su celular a o tros profesores para que impartan clases a los más grandes, mientras que ella se queda con los pequeños.
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Alrededor del espacio acondicionado como salón de clases se encuentran las madres de los estudiantes, sentadas con sus vestimentas típicas de la región.
La experiencia ha sido buena, porque no cualquiera hace el esfuerzo. La travesía es un poquito larga y peligrosa. Pero ella lo hace por el cariño a los niños y estamos aquí para apoyar a la maestra”, dijo madre de familia.
Al medio día, Graciela sube de nuevo a la canoa para volver a casa para ahora atender a los alumnos de la zona urbana mediante las clases virtuales.