México sufre la peor caída económica entre los países de la OCDE (Organización para el Crecimiento y el Desarrollo Económico). Del último trimestre de 2018 a la fecha, tuvimos un retroceso de -2.7%. En Latinoamérica, Colombia creció un 11%, Chile un 7.8% y Estados Unidos un 5.4%. Datos obtenidos por Reforma de la propia OCDE. 

El primer golpe fue en 2019 por la desconfianza que generó la destrucción del aeropuerto de Texcoco. En 2020, con la pandemia la mayoría de los países desarrollados inundaron sus economías con apoyos directos a empresas y trabajadores. 

Estados Unidos ayudó durante dos años a su economía con traspasos directos a los ciudadanos, con abundancia de dinero que incluso ayudó a crecer los envíos de remesas de los paisanos. En Francia, los negocios fueron apoyados. En España, a pesar de su enorme déficit, van a enviar depósitos de hasta 200 euros a 4 millones de familias.

En México hubo austeridad. El Gobierno federal dio escasos créditos de 25 mil pesos a microempresas porque el Presidente consideró que las demás debían defenderse solas. Lo mismo que todos los jefes de familia que cayeron en el desempleo. Economistas de gran experiencia como Santiago Levy propusieron un salvamento inmediato que luego pagaríamos con crecimiento, con impuestos especiales. Nunca lo escucharon. Ahí está el resultado.

Sin apoyos y con mercados deprimidos, en 2020 tuvimos el peor año desde 1932 con una caída de casi el 9% y en 2021, apenas recuperamos el 5%. Hoy producimos menos que el día en que inició el sexenio. 

Con tantos dólares y euros en circulación llegó la inflación. Subieron las materias primas, los productos agropecuarios y el petróleo. Todo lo que importamos tuvo aumento sin que pudiéramos impedirlo. En 2022 nuestro crecimiento languidece, y si las tasas de interés siguen aumentando, terminaremos con un gran cero.

En Estados Unidos la Reserva Federal comienza un alza de tasas que obliga a México a hacer lo mismo. A la inflación mundial la puede parar la Fed y el Banco Central Europeo, pero lo que haga el Banco de México la tiene sin cuidado. El aumento de tasas es para que el peso no se devalúe y no tengamos mayor inflación por lo que importamos. Estamos atrapados sin salida. 

Había un método de tortura que tenía la Inquisición y el gobierno de Francisco Franco para ejecutar a terroristas, se llamaba el garrote vil. Un diabólico instrumento que apretaba el cuello de la víctima poco a poco hasta que perdía el aliento. Algo semejante pasa con el aumento de tasas. Cada punto porcentual que aumenta el Banco de México le cuesta más de 100 mil millones de pesos al gobierno en intereses. Por eso el Presidente dice estar en contra del aumento de tasas (en eso estoy de acuerdo) porque vamos a tener una recesión adelantada si el Banxico no para ya. 

Ese aumento daña a los créditos hipotecarios vigentes e inhibe la venta de casas, coches y bienes de consumo duradero. Encarece las tarjetas de crédito y aprieta como garrote vil la economía nacional. Incluso puede ser que por ello el Presidente haya dicho que las “cosas se van a poner peor antes de que mejoren”. Con una recesión prolongada en 2023 y 2024, Morena sufriría para ganar la elección. Todo por un austericidio incomprensible. 

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