“En ocasiones, el adjetivo ‘telúrico’, sobre todo en literatura, se utiliza para dar a entender que algo tiene la fuerza o la inevitabilidad”.
Wikcionario
Los mexicanos, quienes somos crédulos de interpretaciones mágicas y míticas sobre nuestra historia y realidad, no podemos dejar de pensar que un temblor sucede nada más porque sí. Menos cuando acontece tres veces en la misma fecha.
El 19 de septiembre de 1985 tuvimos el terremoto más mortífero. La capital se cimbró un jueves por la mañana cuando la gente se preparaba para la jornada del día. Decenas de edificios colapsaron y miles de personas quedaron atrapadas en los escombros.
El entonces presidente Miguel de la Madrid no tuvo la dimensión del estadista que enfrenta el problema desde el primer minuto. Mientras la sociedad civil se organizaba en solidaridad y apoyo mutuo, el gobierno era rebasado. El paisano Ramón Aguirre, quien era regente del D.F., salió a dar la cara, pero no fue suficiente para que la población sintiera el respaldo del gobierno.
Luego sucedió algo increíble: el país cerró las puertas a la ayuda extranjera por razones que aún desconocemos. Solos, enfrentamos los primeros días de la tragedia nacional apoyados en héroes anónimos que arriesgaron su vida por salvar a quienes estaban debajo del cemento y la varilla.
El golpe fue duro para la economía y la reconstrucción tomó mucho tiempo y recursos. Hay recuerdos sobre esa fecha de hace 37 años. Uno es el efecto que causó en la política nacional. Casi tres años después, el PRI enfrentó por primera ocasión el reto de una fuerte oposición con Cuauhtémoc Cárdenas. La memoria del temblor hizo que parte del electorado buscara el cambio.
Carlos Salinas entró con calzador a la presidencia y sólo pudo fortalecer su mandato cuando metió a la cárcel al líder de los petroleros, Joaquín Hernández Galicia, apodado La Quina.
De nuevo en 2017, volvió a temblar el 19 de septiembre, causando daños y muerte. Era una repetición extraña. También, según la mitología política del momento, era el ave de mal agüero para el gobierno de Enrique Peña Nieto. Aunque el temblor fue menos violento que el de 1985, tuvo la fuerza para derribar edificios, entre ellos el de la escuela Rébsamen en Tlalpan, delegación gobernada entonces por Claudia Sheinbaum.
Enrique Quintana, director del periódico El Financiero, calcula que la posibilidad de que ocurriera el sismo del lunes era de una entre 2.5 millones. Hice cálculos más sencillos y dieron que la repetición doble de la fecha del terremoto original sería de una entre 365 al cuadrado (una entre 133 mil). Cualquiera que sea la probabilidad, es tan pequeña que no resulta difícil imaginar que fue un mensaje de los dioses.
Los memes, las bromas y la sorpresa de jóvenes que nunca habían sentido un temblor en Guanajuato, hacen fácil inventar teorías no aleatorias. La casualidad no tiene límites. Al fin y al cabo la existencia misma del hombre es de una entre trillones.
Cuando fue el eclipse de sol en 1991, Porfirio Muñoz Ledo, candidato del PRD a gobernador, alzó los brazos y dijo que el fenómeno era el mensaje cósmico del fin del PRI. Tuvo razón por lo que a Guanajuato respecta.
Por desgracia para la oposición, Morena, según las encuestas, necesitaría un movimiento telúrico de 9 grados para descarrilarlo del triunfo en 2024. Entonces, ¿cuál es el mensaje del destino al repetir tres veces un sismo de más de 7 grados en la misma fecha?
Se vale imaginar e inventar.