Las dictaduras siempre tratan de esconder el deseo de poder ilimitado bajo “normas morales”. Es una constante. En los últimos días Irán vive la rebelión justa de sus mujeres ante los crímenes del estado islámico. Las protestas en Irán surgen cuando una joven de 22 años fue asesinada  después de ser arrestada por la “policía moral” del país. 

Las protestas brotan en todo el país. Las mujeres están hartas de las normas islámicas del dogma fanático de que deben cubrir su cabellera. La protesta inició después del asesinato de Mahsa Amini, una chica de 22 años cuyo “crimen” fue exponer parte de su cabellera. La llamada “policía moral” la detuvo y lastimó. Perdió la vida en un hospital, después del maltrato policial. 

El patriarcado islámico entra en crisis después de que cientos de mujeres (y hombres) se rebelan. Las leyes islámicas del gobierno teocrático no convencen a millones de jóvenes iraníes que buscan la libertad. En Teherán y en muchas ciudades de Irán, hay demostraciones en contra de la política autoritaria y misógina del régimen. 

Irán es un país educado y cosmopolita, donde no cabe ya la imposición de normas religiosas del pasado. Las jóvenes saben que su libertad está en no tolerar los dogmas. Quieren ser libres, quieren participar en el mundo de hoy como todas las mujeres  occidentales. El estado islámico lo prohíbe. La respuesta de la gente en muchas ciudades de Irán es la misma: quemar los hijabs que son símbolo de opresión para la mujer de hoy. 

El despertar de Irán no es un asunto lejano a nuestra realidad. Los dogmas políticos caen ante la realidad y la racionalidad de los pueblos subyugados por credos absurdos. Lo mismo pasa en Rusia. 

Ante la intención de reclutar a 300 mil personas para ir a la guerra contra Ucrania, miles de rusos manifiestan su rechazo a la guerra. Gritan “Putin a las trincheras”. Los más ilustrados saben que la guerra de Putin sólo traerá desgracias al pueblo. En casi siete meses, Rusia ha perdido 80 mil soldados, entre fallecidos y heridos. El pueblo duda de lo que dice el gobierno y sabe que una guerra prolongada con Ucrania traerá miseria. 

Ahora saben que Putin está desquiciado y puede traer una desgracia atómica a su pueblo. Por eso la gente de valor grita: “Putin a las trincheras”. Porque cientos de miles de rusos pueden sucumbir ante el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea para detener la invasión. 

El mundo es víctima de mentiras. En Irán, el gobierno teocrático quiere una moral arcaica vigilada por una policía que asesina a inocentes. En Rusia, el pueblo cobra conciencia de la miseria política del líder Putin, quien amenaza con ataques nucleares después de las derrotas infringidas por el ejército de Ucrania. 

Para nosotros es una lección más de que la economía moral, la política moral o cualquier engendro que se les parezca, no tiene sentido ante la formalidad del estado de derecho. La moral es un árbol que da moras. La ley y las instituciones que la resguardan son el cimiento de nuestra vida social. 

Esperemos que en Irán triunfe la libertad y la mujer no ceda ante sus derechos humanos, consagrados. Esperemos también que los manifestantes rusos no claudiquen ante la barbarie que quiere cometer Vladimir Putin en contra de ucranianos y rusos. 

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