He tenido la oportunidad de trabajar en instituciones públicas y privadas en diferentes etapas de mi vida profesional y he tenido la oportunidad y privilegio de tener contacto y conocimiento de primera mano de otros sistemas sanitarios. He de resaltar que durante todo este tiempo, siempre he tenido la convicción de que obrar bien y trabajar honestamente, ya sea en la función pública o en el sector privado, habrá de redituar en una vida tranquila (probablemente sobria, eso sí), pero plena.
Se escucha siempre decir que “el destino o tiempo pondrán las cosas en su lugar” o que “la verdad siempre sale a la luz”. Sin embargo, es innegable que desde hace tiempo se observa en una mayor proporción que la demagogia, la mentira, la trampa, la corrupción y otros vicios sociales van permeando, pudriendo y destruyendo sociedades y de manera inevitable se presentan estas mismas consecuencias en los sistemas sanitarios. Todo esto nos aleja, por no decir que nos roba, de ese derecho fundamental a la verdad, que se puede interpretar en un buen servicio de salud, el derecho a la protección a la misma y por ende la capacidad de desarrollar los proyectos de vida individuales y autónomos de las personas y el crecimiento y desarrollo de las poblaciones.
Se dice también que las mentiras repetidas una y otra vez conducen a la construcción de verdades. Sin embargo, hablando de la realidad del sistema de salud nacional, este efecto de repetición a pesar de su efectividad en otros rubros, no puede enmascarar ni ocultar la verdad o crear una alterna.
El sistema de salud mexicano está roto. El despliegue de políticas públicas resulta una barbaridad (apelando al significado de esta palabra como referencia a lo grosero, tosco e incluso cruel). El acceso a la sanidad pública no es justo ni es equitativo y presenta brechas enormes dependiendo de las variables socioeconómicas añadidas de individuos o poblaciones. Los mecanismos de gestión y administración no son funcionales en gran parte de las instituciones sanitarias y estos sistemas están infectados, roídos y en algunos casos completamente descompuestos por acción de intereses económicos, políticos, amiguismo, compadrazgo, hurto, soborno y un rampante cretinismo de multitud de sus actores, que los han transformado en entes ingobernables, incorregibles e insostenibles.
Sin un rumbo fijo, se establecen metas poco ambiciosas, sobre temas poco importantes y no se tiene ningún control sobre resultados. Las acciones se centran en la manutención de indicadores mal estructurados y se deja en el olvido a la razón de ser de los sistemas de salud que son las personas. Multitud de personajes en este rubro asistencial, por obra u omisión, buscan solamente el salvaguardar sus propios intereses y privilegios. La justicia no apremia y se toma como iguales a listos y necios, trabajadores y vagos y honrados y corruptos.
A pesar de lo anterior, hago notar que inicié esta disertación apelando a una convicción, la cual sostengo. Y aunque la realidad sea adversa cuando hablamos de salud en nuestro país, reconozco que hay personas, colegas de multitud de disciplinas afines al área sanitaria que son cabales, honestos y profesan una verdadera vocación de servicio. Para ellos es a quien dirijo este mensaje: estén alertas, permanezcan firmes y sean fuertes, y a pesar de que el panorama se aprecie obscuro, que la rendición no sea, ni de lejos, una opción.
A usted lector, lo convido a hacer lo mismo.
(Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre(
MTOP