Idolatría
“Amor excesivo y vehemente a alguien o a algo”
Real Academia Española
¡Pop!, salta un spot luminoso y parecido a un caleidoscopio en la app de Spotify. El algoritmo envió a todos los usuarios del sitio de música lo que escucharon durante el año. Su inmensa, por no decir infinita, base de datos registra lo que cada minuto escucha cada uno de los 433 millones de abonados a la plataforma.
Alucinante el resultado, como los colores verdes, amarillos y morados del anuncio hecho para que la memoria regrese a los momentos musicales de los días del 2022. Los compositores favoritos, las canciones repetidas una y otra vez, las horas y los minutos. Una genialidad de la mercadotecnia que acerca un poco a saber quién eres, al menos en gustos estéticos musicales.
La mezcla es inmensa, no sé si por divagar o por dispersión o simple cambio de estado de ánimo. Lo más repetido son las obras ligadas a películas, bandas sonoras o “soundtracks”. Una y otra vez Spotify trajo a John Barry, el compositor de la música de África Mía, Pide al Tiempo que Vuelva. También está el inolvidable y ya fallecido James Horner, creador de la música de Titanic y Leyendas de Pasión; Hans Simmer y la música de Interstellar y otras. Sería ocioso mencionar las repeticiones pero hay una constante, la liga del pasado con el presente.
Con los años reunimos en la memoria música de 6 décadas, desde los Beatles hasta Natalia Lafourcade, pasando por un sinfín de intérpretes favoritos como Rod Stewart y su cancionero romántico.
Cada año Spotify te recuerda por dónde andabas y cómo te pegó en el alma la música que escuchaste. La sorpresa fue cuando la plataforma informó que soy un “idólatra”. Algo que jamás pude imaginar. En el centro de su anuncio estaba la fotografía en blanco y negro de un personaje austriaco de finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX: Gustav Mahler. No tenía la menor idea de todo el tiempo que había dedicado a escuchar las sinfonías del compositor.
Benjamin Zander, de la Filarmónica de Boston, grabó la explicación didáctica de la música compleja de Mahler. Una jovencita le preguntó cómo podía comprender la Segunda Sinfonía llamada “Resurrección”. El maestro le dijo que en sus vacaciones tratara de escuchar docenas de veces la obra y al tiempo la comprendería. Tarea en mano sigo y persigo la recomendación con las 10 sinfonías desde hace algunos años. Como dijo Pablo Neruda en sus memorias: “Confieso que he vivido”. Pero aún estoy lejos de comprender lo que simplemente disfruto.
El tema, sin embargo, no son las divagaciones sobre la afición musical que más nos mueve, sino el tremendo arsenal de información y conocimientos sobre suscriptores que tiene Spotify. Porque no es solo música sino una colección también, casi infinita, de podcast que agregan temas y conocimientos de lo que algún día la inteligencia artificial podrá interpretar (sí, interpretar) como el humor y los temas de nuestra época.
Por lo pronto la plataforma descubrió en mí algo que, de otra suerte, hubiera sido un insulto: la idolatría. Cada año repito una y otra vez a Mahler y vuelvo a hacerlo porque nunca se acaba de disfrutar, comprender e idolatrar. Me dicen que hay una serie en Netflix, “The Playlist”, sobre la genialidad de quien inventa la plataforma. Hay que verla.