Cuando Felipe Calderón inició su combate a la delincuencia organizada, lo que después sus contrincantes llamaron “una declaración de guerra”, dijo con claridad que la lucha estaría fundada en la “inteligencia”. Pasaron casi 16 años y lo que vemos es un sistema de inteligencia desintegrado.
El Ejército cuenta con reportes diarios sobre todo lo que es seguridad pública nacional. La Marina tiene su propia información y no la comparte del todo porque es la única institución con la confianza de las autoridades norteamericanas, quienes a su vez saben lo que pasa en el país por sus redes de información. La DEA, el Departamento de Estado y la CIA siempre conocen más de lo que pensamos. Los estados tienen también sus datos de inteligencia y los municipios grandes cuentan con centros de investigación policiaca sofisticados.
La ciudad más compleja y cuidada es la CDMX que cuenta con ocho veces más policías por habitante que León, Irapuato o Celaya, además de una red de cámaras que cubren las zonas críticas y de mayor delincuencia.
Guanajuato pagó 200 millones de dólares (2 mil 700 millones de pesos en 2013) por un sistema de inteligencia en arrendamiento llamado Escudo. Eso fue hace casi una década y sus frutos son magros. De hecho la delincuencia y los homicidios eran la tercera parte de lo que hoy sucede. Se suponía que era una inversión creciente, con más cámaras, arcos y métodos de detección de actividad criminal, sin embargo los autos y vehículos sin placas o con placas sobrepuestas, siguen cayendo después de cometidos los delitos y no antes.
La mejor forma de luchar a favor de la paz en Guanajuato es la prevención. La carga pública del descontento se ha centrado en la Fiscalía y en su titular Carlos Zamarripa -incluso “denunciado” por el presidente López Obrador en sus mañaneras-, cuando la Secretaría de Seguridad Pública de Alvar Cabeza de Vaca, parece sacarle al bulto siempre que hay un problema mayor.
Pero volvamos a nuestras ciudades. Es indispensable que los alcaldes tengan la voluntad y la pasión política para enfrentar el problema que es el más grave de nuestro tiempo. Los pueblos pequeños y sin recursos están en desamparo. Villagrán, Apaseo el Grande y Apaseo el Alto sufren lo peor. Celaya está destrozada; Salamanca e Irapuato son un campo de batalla.
Otro problema es la información. A veces la autoridad no publica datos o los maquilla para no causar terror o mala impresión en la opinión pública. Eso sucede en todas partes pero solo donde hay transparencia y claridad se obtiene la confianza de los ciudadanos.
Uno de los pasajes más tristes de la historia de Guanajuato es y será el dolor de los familiares de desaparecidos, generalmente personas que perdieron la vida y fueron sepultados en fosas clandestinas. Los deudos se convierten ellos mismos en muertos de dolor en vida al desconocer el destino de sus familiares.
La seguridad pública es el reto número uno de nuestros municipios y del estado. Las estrategias no dan fruto como esperábamos. Mucha de la culpa es de la Federación con su política increíble de abrazos y no balazos y por la inacción frente a lo que sucede en Zacatecas, Guanajuato, Guerrero, Michoacán, Jalisco y otros estados donde hay miles de guardias nacionales y soldados sin que en realidad intervengan, sin que baje la violencia.
La inteligencia, tenía razón Calderón, es el principio, lo siguiente es la voluntad política irreductible de brindar paz a la entidad.