La democracia ganó en la elección de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Con la eliminación de la amenaza que representaba la ministra Yasmín Esquivel, la SCJN navegará por aguas limpias, con el viento en popa y la libertad que da no deberle el puesto al Presidente.
El júbilo explotó en las redes sociales, en los comentarios que reafirman el amor a la UNAM, alma mater traicionada por los plagios, engaños y mentiras de la aún ministra. Cuando el rector Enrique Graue decidió deslindar responsabilidades y reafirmar la autonomía de la máxima casa de estudios, todo el teatro y fabricaciones de Esquivel quedaron al descubierto.
Mentira número uno: “Yo hice mi tesis, no es plagio”. Cualquier joven de secundaria hubiera encontrado, no la similitud sino la copia como de “acordeón” que le pasó la tutora a la pasante Esquivel.
Mentira número dos: “Quien la copió fue el ponente anterior”. Absurdo. Quién o por qué va a copiar una tesis que ni siquiera ha sido presentada. En 1986 se titula de abogado Édgar Ulises Báez Gutiérrez y la ministra lo acusa de haberle robado la tesis que ella presentó en 1987. Burda maniobra increíble. Aquí comenzamos a dudar del sano juicio de la pasante. ¿Cómo demonios podía imaginar que alguien se tragaría tamaña mentira?
Mentira número tres: “Ulises Báez Gutiérrez aceptó ante notario que algunas partes de sus tesis habían sido obtenidas de la mía”. A fin de año, cuando los notarios están más que ocupados en celebraciones navideñas y fuera de sus despachos, llega un mensaje apócrifo que el propio abogado desmintió al medio digital EjeCentral.
Lo único admirable de la Yasmín (porque ya le perdimos el respeto), es lo cara dura para mentir a nivel nacional y en horario estelar. Palo tras palo de la opinión pública, la señora salía con su sarta de mentiras mientras los fans de la 4T tragaban camote sin poder decir esta boca es mía.
Sólo el presidente López Obrador salió en su defensa y en contra de los medios, los columnistas y las fuerzas oscuras del mal que se empeñan en obstaculizar su transformación. Eso fue en la mañanera, cuando seguro sabía que su “delfina” no pasaba la mínima prueba en la elección, que reprobaría en su ambición de convertirse en la primera mujer presidenta de la SCJN.
El honor vino desde el otro lado de la balanza. La ministra Norma Piña le ganó a Yasmín Esquivel, quien al principio dijo la mentira de que la querían bloquear porque era mujer (se vio que no era así). Norma Piña le ganó a Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena quien estaba un poquitín más cercano a López Obrador.
Para acabar de agüitar la fiesta a Morena, la ministra Piña tiene la marca de haber votado, más que nadie, en contra de las leyes anticonstitucionales que enviaron desde Palacio a través del Congreso.
Decíamos que este era el día de quiebre, el llamado “tipping point” donde el Presidente regresa al mundo de las instituciones y de la separación de poderes. La Suprema Corte tiene por delante un mundo de resoluciones pendientes que extrañamente no las decidía porque estaba entre la espada de López Obrador y la pared de la dignidad profesional.
¿Qué pasará con Yasmín?¿Renunciará por vergüenza, por una mínima dignidad después de la atropellada que sufrió, por la exhibida de sus mentiras? Debería hacerlo antes de que la UNAM la ponga en ridículo aunque no pueda hacer nada legalmente para quitarle su titulación y demás decoraciones. Comienza bien el año.