Hay dos retos para los próximos meses, el primero nos atañe a todos y es salvar al INE. Tarea de todos porque la democracia se construyó a través de 35 años con la participación de partidos, ciudadanos y funcionarios públicos.
Contra lo que piensan los seguidores de Morena, la “gobernización” del INE o su “destazamiento”, podría llevar al país a la inestabilidad política y la anarquía. El daño sería común. México, sin instituciones que garanticen la vida democrática, caería en una autocracia, o peor aún, en la tentación totalitaria de una facción política o del propio Ejército.
El segundo reto es para la oposición. Debe de construir un proyecto atractivo y convincente para la mayoría que aún no está agrupada. Desde las elecciones del 2021 sabemos que Morena y sus aliados están sobrerrepresentados. A estas alturas del sexenio la presunta popularidad de López Obrador no es suficiente para garantizar la mayoría al partido gobernante.
Si la gente sale a votar habrá garantía de alternancia, pero ¿cómo mover a millones? ¿Quién puede representar mejor que nadie las aspiraciones de los que desean un cambio de rumbo en el país?
Cada día son más las voces de personas con trayectoria, calidad moral y prestigio, opuestas al país de un solo hombre, al autoritarismo que destruye proyectos nacionales e instituciones. Cuauhtémoc Cárdenas, José Narro, Salomón Chertorivski y José Woldenberg son parte de la historia democrática del país. Ellos y cientos más de pensadores, académicos, periodistas y empresarios distinguidos advierten que el país no va bien, que podemos perder mucho si la división y el encono persisten.
Mover a millones puede ser un sueño guajiro o un logro posible si se usan las herramientas adecuadas. El domingo Lorenzo Córdova, en franca rebeldía ante el asedio al INE, invitó a los ciudadanos a defender su institución, incluso con recursos legales como el amparo. Puede ser que haya miles de “amparados”, aunque uno solo serviría para detener la locura del llamado plan B del presidente.
En venganza, nombrar “farsante” en público a un hombre serio y competente como Lorenzo Córdova, muestra la decadencia del discurso palaciego.
Quienes combaten a diario en los medios y en las redes la irracionalidad del Gobierno, no logran concretar una idea común, un hilo conductor para guiar a esos millones de personas inconformes con el rumbo del país. Córdova dice que el autoritarismo surge por la apatía de los ciudadanos. Hay que despertar.
El INE proveyó al ciudadano de la herramienta más importante para lograr cambios: la credencial de elector. Esa que usamos en la vida cotidiana para identificarnos, firmar papeles oficiales, solicitar empleo o registrarnos en múltiples trámites laborales y comerciales, es también nuestra arma para fortalecer la democracia y evitar una regresión de medio siglo.
La concentración del 26 de febrero será la primera prueba para vencer la “apatía” que menciona Córdova. Si el Zócalo de la capital se llena e incluso se desborda, el país no será nunca más el de un solo hombre, el de una sola voz.
El siguiente paso es convencer a los miembros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de que voten a favor de la democracia y la Constitución echando para atrás el llamado plan B. Ese sería un triunfo inobjetable de las instituciones. Una institución salvando a otra del destazamiento decretado.