Por: Armando Fuentes.
Don Cucoldo, que vivía en el departamento 12, llamó con grandes golpes a la puerta del número 14. Le abrió el ocupante, un hombrón de estatura gigantea, torosa espalda y puños del tamaño de balones de futbol (soccer). Con meloso acento el hércules le preguntó a su visitante: “¿Viene usted por una taza de azúcar, vecinito?”. “¡No se haga pendejo! -respondió con iracundia el otro-. Vengo porque me he enterado de que corteja usted a mi esposa, y quiero decirle que si la sigue cortejando.”. “¿Qué?” -lo desafió el hombracho irguiendo toda su estatura. “Se la dejo” -concluyó la frase don Cucoldo. La mamá de Pepito le dijo, ya impaciente: “No me importa cómo se vista Supermán. El calzón va por abajo del pantalón”. Después de haber estado con su novia en El Ensalivadero, paraje umbrío y solitario en las afueras de la ciudad al que acuden por la noche en sus automóviles las parejitas en trance de erotismo, el galán llevó a la chica a su casa. Al descender del coche para despedirse de ella advirtió en el techo del vehículo varios como chipotes o salientes en forma de punta. Antes de que el desconcertado tipo pudiera dar voz a su perplejidad le recordó ella: “Te dije que antes me dieras tiempo de quitarme los zapatos de tacón aguja”. Un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar. Si de verdad en Estados Unidos privan la ley y la justicia, Donald Trump debe estar en la prisión, no en la elección. Es un delincuente por los cuatro costados, y si uno más hubiera, también por ése merecería cárcel. Tan pobre es ese rico que lo único que tiene es dinero. Carece de sentido ético; no tiene idea de la moral o la decencia ni es capaz de distinguir el bien del mal. Su soberbia sólo es equiparable a su ignorancia. Tiene la insolencia de un jayán; es prepotente y arrogante. El hecho de que haya llegado a la Casa Blanca me hizo dudar tanto de las virtudes de la democracia como de la racionalidad de los norteamericanos. (Otra elección tuvimos aquí que me hizo dudar tanto de las virtudes de la democracia como de la racionalidad de los mexicanos). Trump, no cabe duda, incitó a sus turbas a asaltar el Capitolio de Washington, estúpida asonada que tuvo todos los visos de un intento de golpe de estado. Por esa sola acción debería ya encontrarse tras las rejas. Si con argucias legaloides ha podido seguir sin castigo por eso hágase con él lo que con Al Capone se hizo. Ante la dificultad de probarle sin lugar a dudas sus asesinatos, sus extorsiones, sus crímenes y delitos de todo orden, se le llevó a la cárcel por evasión de impuestos. En el caso de Trump, las acusaciones en su contra hechas por la actriz porno Stormy Daniels dan materia por lo menos para indiciarlo penalmente, y otras versiones sobre acoso sexual pueden dañar su imagen irremisiblemente de modo de evitar que este bad hombre vuelva a aspirar a la Presidencia de su país, cosa impensable para quien tenga dos dedos de frente y uno de conciencia. Pobre Estados Unidos. Tan cerca está de México que puede contagiarse de sus males. Don Algón, pilar de su comunidad, mecenas de las artes, Gran Cofrade de la Cofradía Grande, filántropo y benefactor social, llevó a una estupenda rubia al Motel Kamawa y estuvo con ella en la habitación número 210. Al término del consabido acto le preguntó el monto de sus honorarios. Respondió la mujer: “50 pesos”. “¡50 pesos! -se asombró el pilar de su comunidad-. ¿Cobrando 50 pesos te puedes mantener?”. “Bueno -acotó ella modestamente al tiempo que recogía la cámara con la que había filmado todo el acontecimiento-. También le hago un poco al chantaje”. FIN.