Don Severiano García, llamado con cariño el Chato por sus colegas y discípulos, era muy célebre. Ese adjetivo, “célebre”, se aplicaba a quien tenía abundancia de ocurrentes ocurrencias, graciosas gracejadas, ingeniosas ingeniosidades. Maestro de Lógica en el Ateneo glorioso de mi ciudad, Saltillo, sus logicismos eran implacables; poseían la contundencia de un argumento Aquiles, que […]
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Presidenta
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Cuando no quiera contestar
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Errar es humano
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Oppenheimer
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El último de los mohicanos
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