La muerte de nuestros hermanos centroamericanos en Ciudad Juárez es una tragedia que se pudo evitar si el proyecto de gobierno del sexenio se hubiera cumplido. Como otras tantas promesas, se la llevó el viento.

La idea de compartir territorio y futuro con los migrantes que vienen del sur de la frontera tenía un profundo sentido humanitario. México tiene 2 millones de kilómetros cuadrados, recursos naturales y oportunidades en la agricultura, la manufactura y en muchas industrias.

Cierto que nada se compara con el atractivo del “sueño norteamericano”, donde la productividad permite que los migrantes vivan con la esperanza y la dignidad que nunca tuvieron en sus lugares de origen. Cerrada la frontera para la mayoría (sólo pasan quienes pagan de 10 a 12 mil dólares a los coyotes), quedaría una segunda opción si México invirtiera algo de dinero en dar cobijo a las familias que huyen de la pobreza y la violencia.

Lo mismo sucede en Estados Unidos, donde la necesidad de trabajadores cada día será mayor. Tan sólo ver la curva demográfica de los vecinos, sugiere que van a necesitar muchísima ayuda para cuidar a las generaciones venideras. También necesitarán jóvenes que produzcan en la agricultura, los servicios y la transportación.

El problema de Estados Unidos es la xenofobia y el racismo de los republicanos, quienes ven el acelerado cambio demográfico donde los “no blancos” dejarán de ser mayoría en 2045 según las proyecciones del censo.

El crecimiento de la población reduce su ritmo que es hoy de 330 millones. Para llegar a los 400 tardarán 35 años con todo y los migrantes que se sumen. Su economía necesitará más trabajadores aún con la Inteligencia Artificial; no menos, como temen muchos.

En México somos 127 millones y los cálculos dicen que en 20 años podemos ser 140, pero hay probabilidades de que nos estacionamos en 135 si sigue bajando la tasa de natalidad. En Europa sucede en casi todos los países. En China la curva comenzó a bajar. En Japón hace tiempo que son muchos menos y más viejos que antes, por eso su economía se estanca.

México podría tener un programa de asimilación de extranjeros. Costaría una milésima parte de lo que se reparte en dinero para adultos mayores y jóvenes sin trabajo.

Contra lo que se piensa, los mexicanos que trabajan en Estados Unidos aportan tanto a la economía que permiten el crecimiento del país y soportan otros empleos para los propios nativos.

La mejor forma de pedir perdón a las familias de las víctimas es darles indemnización y cobijo formal en el país. La encarcelación de personas inocentes y su incineración impía, será recordada como una de las noches más tristes de México.

Da vergüenza que nuestros políticos pasen la responsabilidad unos a otros o de plano a las víctimas. Quisiéramos ver a un presidente que de inmediato volara a Juárez para presentar condolencias y con la representación de todos los mexicanos pidiera perdón. No sucedió con los muertos del Metro, no sucedió con los quemados en Hidalgo ni con los enfermos de COVID porque fueron jóvenes militares quienes posaron como enfermos para la cámara. En cambio ofenden las risas de los funcionarios como Adán Augusto López quien apenas antier escurría el bulto a Marcelo Ebrard y ayer departía jubiloso en Veracruz.

La empatía, el verdadero sentimiento de luto y la coherencia con lo que se prometió no van con pugnas de campaña ni con llevar a 8 o a 10 subalternos a la cárcel. Esto crecerá si la insensibilidad humana prevalece en la 4T. 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *