Por: Armando Fuentes
Le regalaron una pequeña tortuga al dueño de la cantina del lugar. No supo qué hacer con ella, y concibió una idea: haría entre sus clientes un concurso a ver quién bebía más. Al ganador le daría la tortuga como premio sorpresa. En efecto, se llevó a cabo el torneo, y al tipo que bebió más le entregó la tortuga en una caja. Al día siguiente pregunta al ganador: “¿Te gustó el premio, Empédocles?”. Responde el borrachín: “La carne de la torta estaba buena, pero el pan lo sentí un poquito duro”…
El viejecito hacía recuerdos de los turbulentos días de la Revolución. “Un día -cuenta a su nietecito con temblorosa voz-, entraron dos zapatistas a la casa en que vivíamos, sacaron sus puñales y le quitaron un pecho a la criada”. “¡Qué cosa tan horrible! -se espanta el nieto-. ¿Y a mi abuelita no le hicieron nada?”. “A ella le fue peor -contesta el viejecito con su voz vacilante-. A ella le quitaron uno chincuenta”… En un apartado rincón de la plazuela se afanaba Pepito en demostrar su gran cariño y ardiente admiración a Rosilita, a la que abrazaba con entusiasmo grande y besaba con admirable asiduidad. Dos maduras damas pasan por ahí y contemplan el primaveral espectáculo. “¡Caramba! -exclama una de ellas viendo aquel precoz amor-. ¡Ya no quedan niños en el mundo!”. “Ya los haremos, señora -responde Pepito-, ya los haremos”… El señor y la señora daban instrucciones al arquitecto que les diseñaría su casa. “Póngale un cuarto de juegos -pide el hombre-, para meter ahí a mis amigos”. Ordena la señora: “Y ponga en la recámara un clóset bien grande, para meter yo a los míos”… Babalucas fue invitado a una fiesta, pero no tenía traje para la ocasión. Se armó de valor, consiguió una pistola y fue a una tienda de ropa para caballeros. Saca el arma y le dice al encargado con voz amenazante: “-¡Necesito un buen traje, y no tengo dinero! ¡Si no me entregas uno ya puedes despedirte de la vida!”. Lleno de miedo el muchacho le da un traje. “-Es el mejor que tenemos -le dice temblando-. Cuesta 5 mil pesos”. Muy impresionado le pregunta Babalucas: “-¿No tienes algo más barato?”… Doña Burcelaga se fue a vivir temporalmente a Roma, pues por motivos de trabajo su esposo se encontraba ahí. El primer día de su estancia salió a buscar algo para comer. No sin cierta admiración se detuvo frente a un enorme edificio que tenía una gran puerta muy ornamentada. Llama y le abre un imponente guardia suizo. Le pregunta la señora al guardia: “-¿Tienen chiles rellenos?”. “-¿Qué?” -se asombra el guardia-. “-Que si tienen chiles rellenos” -insiste la mujer-. “-Oiga no -replica el guardia-. De eso no hay aquí”. “-Debería haber -se enoja la señora-. ¿Entonces para qué tienen ese letrero en la puerta: ‘Cocina Económica’?”. “-El letrero dice ‘Concilio Ecuménico'” -le informa el guardia-… La señora sufría mucho porque su niño era un problema: de todas las escuelas lo expulsaban por su mala conducta. Decide llevarlo con un siquiatra. “-Creo que con unas semanas de tratamiento el niño modificará su conducta -le dice el analista-. Tráigamelo el próximo lunes. Mientras tanto le daré a usted estas pastillas tranquilizantes para aliviarle la angustia y ansiedad que el comportamiento del niño le provoca”. Llegó el lunes y la señora no se apareció. El siquiatra toma el teléfono y la llama. “-¿Por qué no trajo al niño?” -le pregunta-. Y le responde la mujer: “-¿Cuál niño?”… El tío rico enfermó de gravedad. Un médico les dijo a sus sobrinos que el paciente debía ser sometido de inmediato a una operación quirúrgica. La intervención se llevó a cabo. Sale del quirófano el facultativo, y muy apenado les informa a los sobrinos: “Lo siento mucho. Hicimos todo lo que pudimos, pero el señor vivió”… FIN.