Por: Armando Fuentes.
Llorosa y compungida pregunta Susiflor a su mamá: “¿Te acuerdas de aquel muchacho que te dije que era tan dulce que parecía hecho de azúcar?”. “Sí, lo recuerdo -contesta la señora-. ¿Qué pasa con él?”. “-¡Me engordó!” -dice Susiflor prorrumpiendo en sollozos… Don Senecio, maduro caballero, designaba a su esposa con un extraño apodo. Le decía “La bicicleta”. Alguien le preguntó una vez: “¿Por qué llamas ‘La bicicleta’ a tu mujer?”. Respondió el añoso señor muy afligido: “Puedo subirme en ella, pero no le puedo dar”… El regreso de vacaciones será para muchos el final de un sueño y el principio de una pesadilla. Hay quienes se endeudan para poder pasar unos días lejos de la rutina cotidiana, y al regresar a casa empieza el llanto y se oye el crujir de dientes. Los mexicanos tenemos un gran sentido de la fiesta, y en ella nos olvidamos de esa terca señora llamada realidad, que acaba por presentarse siempre. Lo digo porque muchos serán víctima de esas casas de empeño fraudulento o de los prestamistas de dinero, y así la gente queda a merced de la voracidad de algunos inmorales. Es necesario poner límites a las actividades de quienes buscan dinero fácil a costa de los demás… Un viajero iba en su coche por la carretera cuando en la orilla miró un letrero que lo sorprendió. Decía el anuncio: “Hermanitas de la Reverberación. Convento de monjas y casa de prostitución. 1 kilómetro”. Creyó no haber leído bien, pero en seguida vio otro anuncio: “Convento de las Hermanitas de la Reverberación. ¡Una experiencia única en el arte de follar! 500 metros”. Llegó al lugar el hombre; estacionó su coche e hizo sonar la campanilla de la puerta. Apareció una monjita de aspecto bondadoso. “¿En qué lo podemos ayudar, hermano?” -preguntó. Responde el individuo, vacilante: “Vi el anuncio, madre, y me gustaría tener esa experiencia única en el arte de follar”. “Pase, por favor” -lo invita la religiosa con voz dulce. Entra el sujeto, y la madre portera lo conduce a una habitación en la cual se veía una pequeña mesa cubierta con albo mantel tejido, y sobre ella una charola con una terminal bancaria. “Hermano -le pide la sor-, pague aquí cinco mil pesos”. El hombre, ya más ansioso que intrigado, saca de su cartera la tarjeta de crédito y paga. “Ahora -le indica la madre-, pase usted por esa puerta”. La traspone el individuo, y se encuentra de nuevo afuera del convento. Ahí había otro letrero que decía. “Ve en paz, hermano. Has tenido una experiencia única en el arte de follar: las Hermanitas de la Reverberación te follaron”… Babalucas visitaba por primera vez la cabina de un jet. “-Y ese que parece relojito ¿qué es?” -le pregunta al piloto-. “-Es un aparato para contar las revoluciones” -responde éste-. Y pide Babalucas, como no creyendo la cosa: “-A ver, dígale que me cuente la rusa”… Dos amigos que vivían en la misma ciudad se encontraron en Cancún, pues andaban en diferentes convenciones. Uno de ellos, ya de cierta edad, igual que el otro, iba acompañado por una estupenda morenaza. “¿Cómo te ha ido con tu amiguita?” -le pregunta en voz baja el amigo-. “¿Conoces el cuento del pájaro carpintero? -responde el señor-. Te puedo contestar con lo que dijo él”. “¿Cuál pájaro carpintero es ése, y qué dijo?” -inquiere el amigo sin entender. “Éste era un pájaro carpintero -comienza a contar el señor-. Un día salió de su nido y se echó a volar. Tanto voló que llegó a otra comarca, muy lejana del sitio en que vivía. Se paró en un poste y comenzó a picarlo, como hacen los pájaros carpinteros. En ese preciso instante cayó un rayo, y el poste vino al suelo partido en dos. “¡Caramba! -exclamó el pájaro carpintero al mismo tiempo asombrado y orgulloso-. ¡Qué fuerte se te pone el pico cuando andas fuera de tu casa!”… FIN.