Chiste machista. ¿Cuál es la mujer perfecta? La que inmediatamente después de hacer el amor se convierte en una pizza y un six de cerveza helada. Chiste feminista. “¿Cómo se llama la parte del atributo masculino que sale sobrando del hombre? Se llama hombre. Susiflor, muchacha en edad de merecer, sentía miedo del futuro. Comentaba: “Si me caso, a lo mejor me toca un marido como mi papá. Si no me caso, a lo mejor el carácter se me hace como el de mi tía Solicia. De cualquier manera estoy jodida”.  La pequeña Rosilita le preguntó a su mami: “¿Qué te regaló mi papi? ¿Una bici?” ¿Una moto? ¿Un caballo?”. La señora se extrañó: “¿Por qué piensas que me regaló eso?”. Explicó la pequeña: “Es que anoche oí que te dijo: ‘Ahora súbete tú, mamacita'”. (Nota: woman on top se llama esa postura, o cowgirl). Don Picio era muy feo. Lo digo con el mayor respeto y sin ánimo de faltar a la caridad cristiana ni a las reglas del buen trato social. Un día le reclamó a su esposa: “Me enteré de que les dices a tus amigas que te casaste conmigo por mi dinero. Bien sabes que cuando nos casamos yo era pobre”. “Es cierto -admitió la señora-. Pero alguna explicación tengo que dar”. Cerca del pueblo corría un riachuelo en el que había truchas. Don Cucoldo iba todos los días a pescar. Llevaba cañas y anzuelos de lo más moderno y caro, y aun así no pescaba ni un resfriado. En cambio llegaba el cartero del lugar, don Mercuriano, y a mano limpia sacaba del agua los peces. Le preguntó cómo le hacía, y el cartero le reveló su secreto a condición de que le prometiera no decirlo a nadie. Prometió don Cucoldo, y el tipo le contó: “Tengo una amiguita, y antes de venir al río le froto las pompas. No sé por qué, pero eso pone en mis manos una especie de vibración que atrae a las truchas. Así no tengo ningún problema para capturarlas”. Al día siguiente don Cucoldo se le acercó por atrás a su señora, que estaba lavando, y le frotó concienzudamente los dos hemisferios posteriores. Sintió ella el sobo y dijo sin volver la cabeza: “Veo que vas a pescar. ¿No tienes hoy correspondencia qué repartir?”. El joven y apuesto empleado del censo interrogó a la señorita Himenia: “¿Podría decirme cuántos años tiene?”. Respondió ella con sonrisa coquetona: “30 abriles”. Volvió a inquirir el censador: “¿Podría decirme ahora cuántos eneros, febreros y marzos tiene?”. Noche de bodas. Terminado el primer trance connubial el enamorado galán cayó de espaldas en el lecho, y poseído por el grato sopor que invade el cuerpo después del amor bien cumplido sintió que lo invadía el sueño. Adormilado le preguntó a su dulcinea: “¿No vas a dormir, cielo?”. “No -replicó ella-. Mi mamá me dijo que esta noche tendré una experiencia muy hermosa, y no me la quiero perder”. Otro cuento de noche nupcial. Al empezar las acciones el novio le preguntó con acento inquisitivo a su desposada: “¿Eres virgen?”. “¡Oye! -se molestó ella-. ¿Venimos a follar o a hablar de religión?”. Sonó el celular de Babalucas. Contestó él, y supo que quien llamaba era su mujer. “¡Ah, infame! -le reclamó indignado-. Me has estado siguiendo. Si no ¿cómo supiste que estoy en este motel?”. Don Chinguetas le dijo a su esposa doña Macalota, representante de ventas: “Cada vez que sales de viaje me preocupo mucho”. “¿Por qué? -replicó ella-. Ya sabes que termino pronto mis asuntos y que en cualquier momento puedo regresar a casa”. Masculló don Chinguetas: “Eso es precisamente lo que me preocupa”. “Ahí no. En el cuello”. Así le dijo Drácula a su hijo. Respondió el muchacho: “Eso era antes, padre. Esto otro es bastante más entretenido”. FIN.

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