Dicen que un buen burócrata siempre encontrará un problema para cada solución. En este caso no tenemos que ser burócratas para descubrir una complicación al buen tino de la Suprema Corte de Justicia cuando pone en su lugar a la Guardia Nacional bajo el mando civil.
La celebración de la independencia de la Corte es una de las mejores noticias que hemos recibido en años. Supimos quiénes de los ministros están del lado del ciudadano y los que están en el lado oscuro. Con 8 votos el grupo de la presidenta Norma Piña leyó correctamente la Constitución. Las fuerzas del orden público deberán ser tarea de organismos civiles.
El villano de villanos, el maestro tik toquero de la ley, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, mostró ser más grillo que leal jurista. Cuando le preguntan sobre la verdad, calla, cuando debió decir de inmediato y con claridad que él no podía extender su mandato por una ley secundaria, guardó silencio como momia.
Qué decir de la ministra “Xerox” Yasmín Esquivel -sigue ahí avergonzando al gremio-. Loreta Ortiz, embajadora del presidente en la Corte. Esos tres personajes no saben leer derecho. No saben leer porque la Constitución es clara. Así como lo es referido a la no reelección y a la no prolongación de un mandato, también tiene la claridad de separar a los militares de la seguridad pública.
La solución legal nos hace ver que hay espíritu de separación de poderes en los ministros que votaron en contra del mando militar en la Guardia Nacional. El problema -quedamos que íbamos a encontrar un problema- es que el presidencialismo, resucitado por la 4T, hará simples las cosas: el presidente le dice a la titular de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, que por favor se ponga de acuerdo en todo con el general secretario del Ejército. La disciplinada Rosa Icela Rodríguez, se cuadra como soldado ante el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas que es precisamente López Obrador. En dos patadas el espíritu de la ley saldrá rodando de Palacio para no discutirse más.
Los cambios democráticos que vivimos en años recientes se dieron porque los crearon políticos demócratas. Los partidos negociaron y construyeron acuerdos para tener instituciones y mejorar la participación ciudadana. Si nos fijamos bien, el INE solucionó el problema de urnas rellenas como las de Manuel Bartlett y toda suerte de trucos para reventar elecciones. El INAI (Instituto de Acceso a la Información), abre las puertas a las cuentas y los cuentos del gobierno. Aunque las del Ejército siguen cerradas por quesque “seguridad nacional”.
La 4T quiere llevarse de corbata a esos y otros organismos autónomos que ayudan a dar certidumbre al ciudadano. La CRE (Comisión Reguladora de Energía), daba oportunidad a que más empresas participaran en la generación y distribución de combustibles. La inutilizaron y vemos decenas de gasolineras con marca extranjera paradas porque no dan permisos.
La ideología de izquierda bananera destruye a países como Nicaragua, Venezuela y Cuba. El autoritarismo es el método. La pérdida de libertades tiene en la miseria y la desesperanza a esos países.
Desde 1997, cuando tuvimos el primer Congreso plural, sin dominio del PRI, habíamos avanzado en reglas de juego que apoyaron la participación ciudadana y ampliaron las libertades. Hoy las bombas presidencialistas dinamitan lo construído para regresar al pasado. Ese es el problema que también tiene solución mientras no perdamos nuestras libertades básicas como la de expresión, manifestación y voto libre. Pero esa solución también tiene un problema: que lo usemos, que salgamos a participar y a votar para darle larga vida a nuestra democracia. Sin los pies en movimiento, las ideas mueren.