La noticia del Presidente infectado de COVID por tercera ocasión tuvo un revuelo inusual. En Yucatán, periodistas serios aseguran que hubo un desvanecimiento, angustia de sus subalternos y un viaje inmediato a la CDMX. Un tuit desde la cuenta de López Obrador aseguraba que tenía la infección pero su corazón estaba al 100.
El ánimo que campea en nuestra política nacional originó la tristeza de sus millones de seguidores y la descarga de odio de sus opositores, de todos aquellos quienes se sienten ofendidos por los agravios mañaneros. El tema inundó las redes y lo seguirá haciendo hasta que veamos de nueva cuenta al Presidente volver a sus labores.
El problema de fondo para ambos bandos, para los adoradores y los odiados conservadores es que toda la política nacional gira en torno a AMLO. Si por alguna circunstancia médica el Presidente falleciera o quedara impedido para gobernar, Morena desaparecería como partido tal y como lo conocemos. La ausencia del “líder”, del “hombre fuerte”, desembocaría en una guerra interna de pronóstico reservado.
De inmediato las agresiones que hay debajo de la mesa entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, saldrían a la luz. Sin el apoyo del “gran elector”, Claudia quedaría huérfana y es probable que muchos de sus seguidores también. Pero no dejarían la lucha abriendo en canal la cohesión que les da el Presidente. Incluso muchos alegarían que su deseo era postular a la Jefa de Gobierno de la CDMX.
Aunque Adán Augusto López tomara el mando y fuera nombrado presidente sustituto, dudamos que hubiera la disciplina interna para convertirlo en el gestor de candidatos. El Secretario de Gobernación puede valerse hoy del Presidente para tomar decisiones, sin él, el barco estaría a la deriva.
Aunque parezca absurdo, la oposición perdería también el hilo de la narrativa. Todo giraría alrededor de López Obrador y su legado, bueno o malo. Los precandidatos de la oposición unida soltarían amarras y comenzarían grupos distintos sin el mismo incentivo de la unidad para enfrentar al líder ausente de la campaña de Morena.
En las expresiones extremas de la oposición encontramos una alegría irracional de ver cualquier salida anticipada del poder del Presidente. Esas muestras van en contra de la institucionalidad por la que tanto luchan. Un país sin cabeza sería peor de lo que imaginamos.
Tampoco han pensado los opositores radicales que el efecto del “Cid Campeador” podría darse en la próxima elección. La imagen de un líder idealizado, santificado, sublimado, podía ser la narrativa más poderosa para avalar a una o un heredero en Morena.
Desde fuera, la más fuerte para ganar la elección del 2024 no es Claudia Sheinbaum aunque pudiera serlo al interior de su partido. Muchos opositores piensan que Marcelo sería el mejor contrincante porque no es dogmático ni divisivo. Cualquier candidato de la Alianza por México preferiría ir contra Claudia. La clase media que votó en contra de su administración en las elecciones del 2021 podría multiplicarse en toda la parte norte y centro del país.
De todo lo que pasó el fin de semana lo más lamentable es la ausencia de información precisa y el sentimiento de que el gobierno oculta la verdad. Todo porque ya sucedió. En los papeles del Guacamaya Leaks, se detalla la intervención que tuvo el Presidente en su corazón. Algo que nunca hicieron público. ¿Por qué habríamos de creer ahora lo que se ocultó antes?
A pesar de esa oscuridad, la razón nos dice: es mejor que el Presidente se recupere y siga gobernando hasta el 30 de septiembre del 2024.