Por: Armando Fuentes

Capronio era un mal hombre un perdulario. Homobono, en cambio, era un pan, un alma pura. Nomen omen, decían los latinos. El nombre es el destino. Ahí tienen ustedes, por ejemplo, a Marx Arriaga. Si se hubiera llamado, digamos, Serafín Arriaga, otra persona muy diferente habría sido. Nerón no habría incendiado Roma si sus papás le hubieran puesto Nerín. En el caso de Capronio y Homobono ambos hacían honor a sus apelativos. Capronio era un cabrón, y Homobono un buen esposo y padre. A pesar de sus opuestos caracteres había amistad entre ellos. Una noche fueron a un restorán. Homobono pidió unos taquitos de pollo -sin salsa- y un refresco de dieta. Capronio cenó cuatro cervezas, un par de tequilas y un mezcal. (“Pa’l desempance”, dijo). Acabado el condumio Capronio le propuso a su amigo: “Vamos a un congal”. “No -rechazó Homobono-. Ni siquiera puedo acabarme lo que tengo en mi casa”. “Entonces vamos a tu casa” -sugirió Capronio. Les digo: era un cabrón. La nostalgia es una bella forma de la melancolía. Recuerdo los anuncios de la radio de antes. Muchos de ellos eran en verso. Se diría que los publicistas eran poetas cuyas musas se habían echado a la calle a venderse para que sus amados Nervos no fenecieran de hambre. Entonces oíamos cosas como ésta: “Sería belleza suma / volverse pato y nadar / si estuviera hecho el mar / de cerveza Moctezuma”. O aquélla otra, perdurable. “Estaban los tomatitos / muy contentitos / cuando llegó el verdugo / a hacerlos jugo. / ‘¡Qué me importa la muerte / -dicen a coro- / si muero con decoro / en las botellas de El Fuerte!'”. Evoco el comercial de un fabricante de camas que con ingenio y picardía anunciaba su producto: “Ya no hay sumas, / ya no hay restas / y tampoco divisiones; / sólo multiplicaciones / sobre las camas de Mestas”. Doy paso a otro mester y digo que hay teorías muy prácticas. Una de ellas es, en política, la de la división de poderes. En ella se finca la democracia; su ausencia es causa de que un país deje de ser nación libre y democrática para volverse dictadura o tiranía. En México el Poder Legislativo está entregado ignominiosamente al Ejecutivo. Esto no es cosa nueva, claro. Bajo la dominación priista los senadores y diputados, llamados “representantes populares -que de populares y de representantes no tenían nada-, obedecían sin chistar las consignas que les dictaba su partido, consignas que nacían de la voluntad presidencial. Sólo que entonces se guardaban las formas, y la mayor parte de las iniciativas aprobadas por las Cámaras tendían al beneficio de la población. Ahora, en cambio, la sumisión de los morenistas que ocupan escaños y curules alcanza extremos de abyección, pues en sesiones maratónicas en las cuales el que no está dormido está durmiendo convierten en leyes las ocurrencias de su caudillo, o perpetran un falso quorum para sacarlas adelante. De nueva cuenta la Suprema Corte de Justicia de la Nación es la esperanza de los ciudadanos para poner freno tanto al absolutismo de López Obrador como a la actitud lacayuna de la mayoría de Morena en la Cámara que antes se llamaba Alta y ahora es bajuna, y en la que era nombrada Baja y hoy es ínfima. Desde luego en la Corte hay ministras y ministros que esperan la voz de su amo para obedecerla -se les puede nombrar de la E a la Z-, pero ya hemos visto como en el máximo tribunal se han estrellado algunas de las ilegales propuestas de un gobernante que juró cumplir la ley y casi cada día la pisotea. Hagamos la exégesis del señor Mestas y digamos que bajo el régimen de la 4T no hay sumas ni multiplicaciones: sólo restas y divisiones. FIN.

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