Por: Armando Fuentes.
En el campo nudista él le dijo a ella con encendido acento: “¡Te deseo, Corita! ¡Te deseo ardientemente!”. Ella bajó la vista, y él se apenó. “¿Te ofendí, mi cielo? ¿Lastimé tus sentimientos?”. “No -respondió Corita-. Estoy revisando a ver si es cierto”. El empleado del censo le preguntó a don Binario: “¿Cuántas personas trabajan en su empresa, por sexo?”. Le informó él con sinceridad: “Por sexo solamente cuatro. Todas las demás están aquí por méritos”. Conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Hace unos días le comentó a un amigo: “Con motivo de su cumpleaños le hice a mi esposa un regalo sorpresa”. Quiso saber el amigo: “¿Qué le regalaste?”. Contestó Capronio: “Ella esperaba un coche, y le regalé una plancha”. (Nota del autor: cabrón). Pepito le preguntó a la nueva vecina, una chica recién casada: “¿Tienes hijos?”. “No, Pepito -respondió ella-. Todavía no me los ha traído la cigüeña”. Le indicó el chiquillo: “Y menos te los va a traer si sigues creyendo en esas pendejadas”. “Me casaré contigo -le dijo ella a él-, pero saldremos por la noche tres veces por semana”. “Está bien, mi vida” -aceptó el enamorado novio. “Sí -reiteró ella-Tú saldrás lunes, martes y miércoles, y yo jueves, viernes y sábados”. La sobrina le preguntó a su tía soltera: “¿Tuviste novios, tía?”. “Varios -respondió la madura mujer-. Y fueron unos ángeles”. “¿De veras? ” -se interesó la sobrina. “Sí -confirmó la tía-. Todos volaron”. Desde la barda a donde había trepado, el perico de la casa animaba al gallo del corral. Cuando se le subía a una gallina le gritaba: “¡Duro, campeón! ¡Duro!”. Sucedió que una súbita ráfaga de viento hizo que el loro cayera entre las gallinas. De inmediato el lascivo gallo fue hacia él. Le dijo entonces el cotorro con suplicante voz. “Suave, manito. Suave”. Don Chinguetas, lo sabemos, es un marido tarambana. El otro día llegó a su casa a altas horas de la noche. Su esposa le preguntó: “¿De dónde vienes?”. “No me lo preguntes -opuso el calavera-. Bastante problema tuve para responderle a la otra cuando me preguntó: ‘¿A dónde vas?'”. Cucoldo regresó de un viaje anticipadamente y sorprendió a su mujer en el lecho conyugal con un sujeto. Furioso se dirigió a la señora: “¿Quién es este hombre?”. Ella, a su vez, se dirigió a su acompañante: “Mira, de veras -le dijo-. Ahora que se ofrece, ¿cómo te llamas?”. El anterior cuentecillo tiene cierta semejanza con el que trata de la ocasión en que Dulcibel, chica soltera, les anunció a sus padres que iba a ser madre. Su papá le preguntó: “Y, ¿quién es el padre de la criatura?”. Llorosa respondió Dulcibel: “No sé”. “¡Cómo!” -se encrespó el genitor-. “¿Ni siquiera le preguntaste: ‘¿Con quién tengo el gusto?'”. “Noches de harén”. Tal era el sugestivo nombre aquella nueva fragancia para dama. La encargada del departamento de perfumería le explicó a la joven clienta: “El perfume está hecho especialmente para atraer a los hombres”. Preguntó la chica: “Y, ¿funciona?”. Le aseguró la vendedora: “Claro que funciona. El perfume tiene garantía. Va acompañado con un frasco de píldoras para el día siguiente”. Noche de bodas. El novio le hizo una pregunta a su flamante desposada. Ella guardó silencio. Pasaron 10 minutos, y el hombre, que no quería quedarse con la duda, insistió: “Te pregunté hace ya un buen rato cuántos hombres ha habido en tu vida. Dímelo”. Replicó ella: “No me interrumpas. Apenas voy en la be”. La mamá de la chica la dijo muy orgullosa al pretendiente de su hija: “Esta noche disfrutará usted las habilidades culinarias de Susiflor”. “Sí -replicó el visitante-. Pero ella me pidió que primero cenáramos”. FIN.