Por: Armando Fuentes

El médico le pidió a su linda paciente que se desvistiera, y luego procedió a examinarla en forma exhaustiva. Terminado el detenido examen se dirigió a ella en tono sombrío: “Lamento tener que decirle algo, señorita”. “¿Qué, doctor?” – se angustió la chica. Y el médico, con tono resignado: “Que vuelva a vestirse”. Empédocles, ebrio consuetudinario, le prometió a su esposa que dejaría de beber. Le advirtió ella: “Si vuelves a llegar borracho ¿qué te hago?”. Sin vacilar respondió el tremulento: “Unos huevos rancheros bien picosos”. Meñico Maldotado, joven varón a quien natura dotó pobremente en la entrepierna, casó con Pirulina, muchacha sabidora. La noche de las bodas ella lo vio por primera vez al natural y le comentó en seguida: “Ay, Meñico. Recuerdo que una vez te dije que me gustaban las pequeñas cosas de la vida, pero ciertamente no me refería a esto”.  Duermo muy bien. Puedo decir lo que un cierto amigo mío: “No es que tenga la conciencia tranquila; lo que pasa es que me hago pendejo”. Tan pronto pongo la cabeza en la almohada paso de los sueños del día al otro sueño. Sin embargo, me acosa una pesadilla recurrente. Se me aparece mi profesor de Matemáticas en la secundaria y me pone un problema de álgebra que no puedo resolver. Y es el examen final. Desde lo alto de su elevada estatura el severo dómine me mira con ojos fieros, el sempiterno cigarrillo entre los labios, los pulgares puestos en los bolsillos del chaleco. Despierto bañado en sudor frío, que es como por tradición han de despertar quienes tienen una pesadilla, y ya no puedo conciliar el sueño. Para volver a dormir debo echar mano a un recurso heroico: leer un par de páginas de “El capital”, de Marx, infalible papaveráceo que para tal fin tengo siempre sobre el buró al lado de mi cama, y que en cosa de minutos surte efecto. Pues bien: pienso que la pesadilla permanente de López Obrador es el Tío Sam. También a él lo mira desde su elevada estatura, y le pide con voz ronca y gesto adusto que le haga el trabajo sucio en materias tales como el combate contra los cárteles de la droga -especialmente el fentanilo- y las acciones para detener a los migrantes y evitar que lleguen a la frontera norte. Velis nolis, esto es decir a querer o no; a fortiori, esto es decir popularmente a huevo, AMLO debe cumplir las exigencias de nuestro poderoso vecino, so riesgo de afrontar sus iras. No deja de ser hipócrita el tal tío, pues todos los grandes traficantes de la droga por los que ofrece recompensas llevan apellido hispano, y no hay entre ellos ningún Jones, Smith o Brown. Al mismo tiempo prolifera la venta de armas a los delincuentes mexicanos, que es lo que les da su fuerza, pues sin ellas serían raterillos de barriada y no poderosos capos dueños de vastas porciones del territorio nacional y consocios del gobierno en el ejercicio del poder. En fin, cosa justa es que AMLO tenga sus pesadillas, pues él mismo es una pesadilla para muchos.  Babalucas se quejó con el mesero: “Algo tiene este café, que cada vez que le doy un trago siento un dolor intenso en el ojo”. Le sugirió el camarero: “Saque la cucharilla de la taza”. La vecina de doña Macalota le preguntó: “¿Cómo está tu marido?”. “Regular” -contestó ella. La otra se preocupó: “¿Está enfermo?”. “No -aclaró doña Macalota-. Lo que quiero decir es que hay otros mejores”. Bebiendo en el Bar Ahúnda un tipo le confió a otro: “Me apena decirte que hice el amor con mi esposa antes de casarnos”. El otro confesó, igualmente apenado: “Yo también”. “¿De veras?” -se tranquilizó el primero. “Sí -confirmó el amigo-. Pero entonces no sabía que se iba a casar contigo”. FIN. 

 

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