Por: Armando Fuentes

Me resisto a decirlo por temor a lastimar la sensibilidad de alguno de mis cuatro lectores: el hombre que llegó al consultorio traía un hacha clavada en la frente. Le pidió con suplicante voz al médico: “¡Ayúdeme, doctor! ¡Me duele mucho!”. “Lo entiendo -acertó a decir el facultativo-. Con esa hacha clavada en la cabeza.”. “Sí, doctor -confirmó el tipo-. Cada vez que estornudo me pego con el mango del hacha en los testículos, y eso me duele mucho”. El marido le propuso a su mujer: “Salgamos a divertirnos esta noche”. “¡Fantástico!” -se alegró ella-. El que llegue al último a la casa apaga las luces”. El hijo de don Leovigildo estaba por contraer matrimonio. Le dijo el señor: “Siempre recordarás esta noche como una de las más felices de tu vida”. El muchacho lo corrigió: “Me caso mañana, padre. Esta noche todavía soy soltero”. “Por eso te lo digo -reiteró don Leovigildo-. Siempre recordarás esta noche como una de las más felices de tu vida”. La propuesta de elegir a los ministros de la Suprema Corte por medio del voto popular es una aberración. La tarea de esos juzgadores es altamente especializada, implica un conocimiento profundo del Derecho, y no puede sujetarse a los vaivenes de una decisión política. Las elecciones, es sabido, se ganan en buena parte con dinero. Habría que pensar en el peligro de que el narco, cuyos recursos son cuantiosos, influya en la designación de los encargados del máximo tribunal de la República. Pienso que esa iniciativa, seguramente nacida del designio de López Obrador, se finca en el encono que siente el tabasqueño por quienes se han opuesto a su voluntad y han frenado sus ilegalidades. Él quiere un tribunal a modo. Confiado en su numerosísima clientela busca poner en manos de la mayoría un asunto que no puede ni debe fiarse al criterio popular. La consulta que al respecto haría la 4T sería una más de las farsas empleadas por el régimen para dar visos democráticos a determinaciones ya tomadas por el caudillo. Los ciudadanos defendimos al INE contra las embestidas viscerales de AMLO. (Por cierto, es una pena que empiecen a asomar indicios de que el órgano electoral girará en la órbita del oficialismo. Debemos mantenernos en estado de alerta a fin de denunciar al punto cualquier evidencia de sumisión de ése que ha de ser un órgano plenamente ciudadano, autónomo y con absoluta independencia del poder estatal). Pues bien: igual defensa hemos de hacer de la Suprema Corte, que sufre ahora las arremetidas de López y sus bajunos ataques de palabra y obra. Es necesario un poder que frene los abusos e ilegalidades de este autócrata para quien la única ley es su capricho. Sin ese contrapeso la Nación sufrirá todos los males que derivan de una tiranía.  Lamentamos la deplorable situación de quienes viven en países como Cuba, Nicaragua o Venezuela, pero el nuestro no está exento de sufrir la misma suerte. Hagamos que López Obrador se someta al orden jurídico. En caso contrario él nos someterá a su voluntad, y en vez de presidente tendremos dictador. Don Merulo le contó a su esposa algo que le había sucedido aquella mañana: “En el baño de vapor del club andaba  un tipo que a todos nos llamó la atención. Estaba extraordinariamente bien dotado por la naturaleza en la región de la entrepierna”. La señora, que veía su serie favorita (temporada 97, episodio 342), le preguntó, distraída: “¿Más que el compadre Longino?”. Caperucita Roja había crecido ya. En medio del bosque el Lobo Feroz le salió al paso y le dijo con vesánica lujuria: “Voy a besarte donde nadie jamás te ha besado”. Replicó ella: “Pues sólo que sea en la canastita”. FIN.

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