Por: Armando Fuentes

No soy un analista político. Carezco de las dotes de observación y del bagaje informativo que se necesitan para ejercer tan elevado oficio. Menos aún soy un líder de opinión. Ya quisiera poder liderar la mía propia. Me describen con justeza los versos del poeta de Jerez: “Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo / que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo”. Soñé con ser torero, actor, misionero in partibus infidelium,  y acabé siendo escribidor sin más mérito que el de hilar algunas frases con pocas faltas de ortografía. Admiro sinceramente a quienes son capaces de analizar ese volátil menester que es la política, actividad que a mi entender ni aun los políticos entienden. Aun así me atrevo hacer una humilde sugerencia a los entendidos. Estudien bien el hígado. Si lo hacen podrán comprender el estilo personal de gobernar de López Obrador, quien no gobierna con el cerebro, sino con esa víscera purpúrea en donde residen, según saber antiguo, los humores llamados bilis y atrabilis. De este último vocablo proviene la palabra “atrabiliario”, que se aplica a quien tiene carácter destemplado, áspero, violento. Pienso que la decisión de AMLO de no renovar la concesión del Aeropuerto del Norte a los empresarios regiomontanos, que desde hace 30 años la tienen, constituye un acto arbitrario, caprichoso, sin más fundamento o base que los rencores y fobias del caudillo de la 4T. Ese aeropuerto es una tradición regiomontana; forma parte esencial de la historia de la aviación en Monterrey. Todo indica que ahora será operado por los militares, pese a ser una instalación plenamente civil. De ser así estaríamos en presencia de una nueva dádiva concedida por el tabasqueño a un sector cuyo creciente influjo en el gobierno y en la vida nacional es causa de preocupación para muchos ciudadanos. Estudien, pues, los analistas de la actual política todo lo relativo al hígado. En ese órgano y en sus secreciones tienen su origen los decretazos y demás zarpazos de López Obrador. Y si de política se trata, séame permitido decir que en las elecciones del próximo 4 de junio un voto por Morena o por el PT será un voto contra Coahuila.. Don Leovigildo se presentó en la clínica y le informó al especialista: “Quise tomar una pastilla de Viagra y se me atoró en la garganta. Ahora no puedo doblar el cuello”. El encargado de la casa de retiro para adultos mayores le ofreció a la señorita Himenia: “Y si viene a vivir aquí tendrá siempre un médico de cabecera”. Preguntó ella: “¿No podría tener uno de toda la cama?”. El padre Arsilio le comentó a su obispo: “Lo que más me conmovió en aquella humilde iglesia de pueblo fue que a la hora de las ofrendas una señora fue y puso un huevo sobre el altar”. “¡Caramba! -exclamó con asombro Su Excelencia-. ¡Eso me gustaría haberlo visto!”. El hombre del carretón le preguntó a doña Gorgona: “¿Tiene botellas de vino o cerveza que venda?”. La díscola mujer se exasperó. “¡Viejo pendejo!  ¿Acaso tengo cara de beber cerveza o vino?”. Volvió a preguntar el carretonero: “Entonces ¿tiene botellas de vinagre?”… Aquel joven varón recién casado sufría de insomnio. Alguien le recomendó a un médico que curaba ese mal por medio de la hipnosis. El facultativo lo instruyó: “Esta noche, ya en la cama, apague usted la luz, concéntrese y empiece a decir: “Cabeza: duérmete. Cuello: duérmete. Brazos: duérmanse. Espalda, pecho, abdomen: duérmanse. Entrepierna: duérmete’.”.  Así lo hizo el muchacho. En eso sintió que su mujercita juntaba su apetecible cuerpo al suyo con intención claramente amorosa. De inmediato exclamó con ansiedad: “¡Despiértense todos! ¡Despiértense!”.. FIN.

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