Frente a nuestras narices todos los días los partidos políticos rompen con sus principios por pura conveniencia electoral. También lo hacen para acumular más poder, o en el peor de los casos, para obtener beneficios personales.
Una de las promesas de la izquierda mexicana era tener a raya a las fuerzas armadas. La historia los había distanciado desde 1968 cuando la lucha estudiantil terminó en la tragedia que marcaría a una generación. Los soldados mataron a estudiantes. El propio presidente López Obrador decía en campaña que regresaría a los militares a los cuarteles. Desde que su gobierno inició, cambió de rumbo en 180 grados.
La extensión del poder militar entró en todo, desde las aduanas y la construcción de obra pública hasta la administración de la aviación civil. Cumplen lo que fue un sueño de la derecha golpista latinoamericana desde Juan Domingo Perón, hasta Augusto Pinochet. Bien dice Porfirio Muñoz Ledo: tenemos un gobierno de derecha.
Del otro lado está un partido que presumía tener valores ciudadanos. El PAN pregonaba ideales claros y principios opuestos al PRI y a la izquierda populista. Luchaba en contra del clientelismo electoral del tricolor con la manipulación de ejidatarios, sindicatos y todo tipo de corporativismo. El PRI tuvo el control 70 años porque sabía cómo repartir tierra, prebendas y concesiones mientras el crecimiento del país daba para todo eso.
El PAN luchaba por el “Bien Común”, por un gobierno subsidiario donde sólo hubiera tanto gobierno como fuera necesario y tanta sociedad como fuera posible. El PAN siempre entendió que, por respeto al ciudadano, no debería existir el acarreo, el clientelismo y los apoyos para comprar el voto. Era un principio de respeto ético y moral: no comprar votos.
Cuando Vicente Fox ganó la presidencia y logró la primera alternancia, fueron los ciudadanos organizados en torno al PAN quienes ganaron la contienda. Esa lucha del año 2000 fue muy parecida a las manifestaciones de ciudadanos libres en favor del INE.
En las encuestas nacionales para las elecciones del 2024, hay ventaja de Morena. Intuímos que está basada en buena parte por la distribución de apoyos directos a la población. Algo que se hace -el propio presidente lo confesó en una mañanera- para mantener a su clientela de votantes, más que un proyecto de largo aliento para abatir la pobreza.
El invento les funcionó en las pasadas elecciones estatales donde Morena arrasó en varios estados. Ganar Guanajuato sería para Morena el mayor de los triunfos. Por eso están redoblando el reparto de dinero que rebasa los mil millones mensuales. La magnitud de ese gasto sólo lo conoceremos hasta el próximo sexenio.
Cuando el gobierno del PAN salta al ruedo con más de 20 mil mujeres acarreadas a la Expo Bicentenario para promover la presencia de la precandidata extraoficial, Libia Denisse García, entendemos que es un acto en defensa propia. Si a la Federación le faltan manos para repartir dinero, los estrategas del gobierno estatal tienen que apurar simpatías con ayudas a mujeres, algo que produce buen ánimo de género.
Aún no tenemos encuestas certeras para decir cuál es la distancia entre el PAN y Morena. Cada partido tiene sus sondeos a modo pero los verdaderos se los guardan. Lo que podemos interpretar es que no deben de estar tan lejanas las intenciones de voto. El “tarjetazo” puede ser una muestra de temor frente al 2024 o un refuerzo de la campaña que viene. Todo se acelera.