Todos los candidatos de oposición tienen ideas sobre el camino que debe seguir el país para salir adelante: unir a México y a todos los ciudadanos con independencia de su género, partido, creencias e ideología; combatir la inseguridad; atraer la inversión nacional, extranjera y pública en proyectos productivos para abatir la pobreza; educar como merecen ser educadas las nuevas generaciones para competir con el mundo y mejorar la salud pública para poder lograr todo lo anterior.

Hay pequeñas variaciones o matices, pero las propuestas son semejantes. Gustavo de Hoyos, el candidato ciudadano (no pertenece a ningún partido) tiene una idea clara: construir un Nuevo Acuerdo.  Algo parecido al famoso “New Deal” de Franklin D. Roosevelt cuando asumió la presidencia de Estados Unidos después de la Gran Depresión de los años 30. Roosevelt sacó del agujero económico y político a Estados Unidos creciendo el gasto público, respaldando a los bancos y poniendo a todos a trabajar.

México necesitará un nuevo acuerdo para enderezar y reconstruir, para reorientar las políticas públicas y unir a todos. Implica resolver problemas como el de la salud pública, la seguridad y revertir aquello que nos daña como la militarización creciente o la guerra insensata entre poderes públicos.

De Hoyos es un norteño afable, tranquilo e idealista. Su trayectoria proviene de los organismos empresariales. Tiene experiencia al haber trabajado por todo el país en ese sector. Desde hace tiempo se postuló para la presidencia de la República con la esperanza de ser un candidato ciudadano.

No es el más visible de la oposición, ni el más estridente o cercano al ciudadano común. Sin embargo, tiene la valentía de echarse encima una meta de patriotismo. Con recursos de amigos y familiares, el abogado y empresario de Baja California, recorre el país como moderno Quijote, abriendo caminos y planteando la posibilidad de que sea un ciudadano sin partido el próximo presidente de la República.

A pesar de que hoy sus posibilidades son restringidas por la naturaleza de la política en México, enseña a millones que  el poder público no debe estar escriturado a los partidos. Sigue el ejemplo de ciudadanos como Manuel Clouthier o el mismo Vicente Fox, quienes salieron de las filas empresariales para cambiar a México.

Decimos que el único camino para que el país mejore es la participación ciudadana y hemos visto que es cierto. Las marchas de noviembre, febrero y la del domingo, son muestra de que este no es un país de un solo hombre o un solo partido. Eso quedó en el pasado y no podemos permitir que regrese, ni como un sueño de pesadilla.

Cómo nos gustaría ver candidatos ciudadanos para todos los cargos. La pluralidad daría magníficos resultados a la larga. Muchos de los grandes líderes en países democráticos surgieron de la sociedad civil. Sin más herramientas que una voluntad férrea de cambio. Imagine que tuviéramos varios candidatos para la gubernatura del estado, para las presidencias municipales, para los escaños del Congreso local. Personas con diversas plataformas, con propuestas que enriquezcan el debate y apunten a soluciones. Candidatos que sean críticos, feministas, de derecha e izquierda, del sector obrero o de los maestros.

Tenemos una vida política muy apagada, tal vez por las taras que nos dejó el PRI. Porque todos llevamos un pequeño priista en nuestro subconsciente. Gustavo de Hoyos se anima y entusiasma a quienes lo escuchan porque enseña, en los hechos, a participar y eso es algo grande. 

 

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