Claudia Sheinbaum tendrá que renunciar a la jefatura de gobierno de la CDMX, la entidad más rica del país. Marcelo Ebrard logró lo que pedía desde hace meses, la renuncia de su rival. Lo mismo pasará con Adán Augusto López, el secretario de Gobernación que ya no estará “a gusto” sin la protección de su puesto.
Los demás precandidatos de Morena no cuentan. Gerardo Fernández Noroña, afamado “Changoleón”, sólo irá a campaña para hacernos reír. Ricardo Monreal, tuvo su momento de gloria cuando se desprendió de Palacio y regresó a la ignominia al decir que no era nada sin su líder AMLO.
El show político más grande de los últimos años comenzó con un experimento: la sucesión dividida pero supervisada por el presidente López Obrador, quien promete no meter mano pero nadie le cree.
Como en toda batalla, los seguidores de cada bando se alinearán pronto. Los medios de comunicación, golpeados y vituperados desde que inició el sexenio, darán más espacio y atención a Marcelo Ebrard. Claro, todos darán espacio y tiempo a las propuestas pero es imposible que periodistas y comentaristas como Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Pascal Beltrán del Río o Carmen Aristegui, Carlos Loret de Mola y otros de gran influencia
se sustraigan de hacer juicios de valor.
La razón es simple: Marcelo representa el ala moderada y moderna del partido. Además las leyes electorales no aplican en precampañas, sobre todo cuándo estas mismas no cumplen con las normas del INE. A los medios de comunicación el INE les mide su cobertura, sus entrevistas, espacios y posibles patrocinadores. Un esfuerzo absurdo de la legalidad electoral. Sin embargo, aún no comienza ninguna campaña y por tanto es “china libre”.
Será interesante hacer nuestras propias observaciones sobre el desempeño de las llamadas “corcholatas”. Si fueran rounds de boxeo, diríamos que el canciller ganó el primero empujando a Morena a cumplir con un mínimo de equidad. Claudia no quería irse del cobijo que le da la jefatura de la CDMX. Tendrá que hacerlo.
La oposición acepta como una opción a Marcelo, aunque sabemos que si llega a la candidatura de Morena, tendría asegurada la presidencia. La 4T finalizaría, el encierro ideológico del país y no tendría razón de ser en la mentalidad cosmopolita y abierta de quien resolvió los entuertos producidos en Palacio.
La división es clara y la veremos en los discursos de precampaña. No habrá debates porque en Morena tienen miedo de que se descarrile el método. Pero si habrá múltiples discusiones estado por estado y en todos los medios.
La ventaja de Morena es su arranque temprano, justo a un año de la elección, cuando comienza a succionar todo el oxígeno de la atmósfera política mientras la apaleada Alianza ni siquiera tiene una fórmula para inventar o descubrir al líder que pueda competir.
Los intereses personales de Marko Cortés y de Alito Moreno han empantanado el camino de los ciudadanos hacia la presidencia. No quieren saber nada de cambios ni de oportunidades ni de racionalizar lo que sucede en el país. Derrotados, insisten en cerrar sus partidos. Pudiendo hacer una fiesta democrática con elecciones primarias en todo el país, Marko quiere mandar a Santiago Creel y a Alito le gustaría autonombrarse candidato.
Van camino a la perdición.
Sin ese sentido de urgencia indispensable en cualquier competencia, es como si Morena iniciara el el “pole position” de Fórmula Uno.
Como los “adversarios” del presidente no encuentran aún una señal clara en el PAN-PRD-PRI, optarán por apoyar a Marcelo.
Los pequeños y medianos empresarios y la clase media podrían volcar su esfuerzo en el apoyo al todavía canciller.