Los chinos regresan en el peor momento para los productores de calzado. Pero también para los comerciantes de electrónicos o los distribuidores de vehículos.

Dos fuerzas permiten que las manufacturas asiáticas entren al mercado nacional como humedad en verano: la fortaleza del peso a 17.28 por dólar con una inflación del 5.84 % en México y  deflación en China de -4.3 % en mayo. Las fábricas chinas no encuentran mercado suficiente en Estados Unidos y Europa para vender su producción. Tienen que “tronar” sus productos porque no pueden parar. Lo hacen donde pueden. No dudan en usar el “dumping”.

El resultado es una invasión de todo a precios de remate. Tomemos por ejemplo los autos. Una camioneta familiar tiene un precio de 20 % menos con las mismas especificaciones que una norteamericana, japonesa, coreana o europea.

Los consumidores encuentran niveles de calidad satisfactorios aunque hay quienes critican la falta de refacciones. En México ya le quitaron el 10 % del mercado a las marcas más populares. En otros países latinoamericanos llegan al 30 % y van por más.

En el calzado, el problema comenzó en primavera con los pedidos para fin de año. Si el peso mantiene la fortaleza, toda la industria local tendrá problemas.

Lo que vemos en las tiendas de importaciones es un ataque directo a las marcas nacionales e internacionales. El plagio y simulación de marcas y aromas en los perfumes a una décima parte de las originales, revela la nula protección legal.

China no compra mucho a México. Los dólares que obtenemos en Estados Unidos los consumimos en Asia. Un balance que puede presionar a los norteamericanos a que igualemos los aranceles y detengamos el contrabando.

México no es sólo un país sino una región. En la medida que sincronicemos todas nuestras políticas económicas con Norteamérica, tendremos ventajas de todo tipo. No esperemos a ver que la mitad de los autos o el calzado provengan de China.

Una forma de defendernos es atraer inversión china al país. Lo hace Nuevo León con parques industriales específicos y con la enjundia de sus empresarios. El acercamiento fabril (nearshoring) también aplica a los asiáticos que tienen los recursos para plantar armadoras de autos, constructoras de trenes o lo que se les ocurra. 

El beneficio

En todo hay dos caras. Los economistas neoliberales pueden argumentar que es bueno adquirir barato. El consumidor eleva su capacidad de compra y la economía disminuye la inflación. “Qué quiebren los ineficientes, los incompetentes y quienes no producen con calidad a bajo precio”,  esa es la filosofía capitalista ortodoxa. El pensamiento de la “destrucción creativa” para lograr la evolución de las empresas y los procesos de producción no deja de ser destrucción. Jamás lo podremos evitar mientras haya quienes inventan y perfeccionan productos y servicios. Lo que sí podemos hacer es defendernos mientras transformamos la economía local.

El problema para la mayoría de las fábricas de calzado, por ejemplo, es que ni siquiera pueden igualar los precios de Asia al comprar los insumos. Mucho del producto llega a México de contrabando o sub facturado. Nuestros fabricantes pueden cambiar de giro de un día para otro al convertirse en importadores de su marca y olvidar las complicaciones de producir y vender en circunstancias adversas. La destrucción de las fábricas puede suceder en pocos meses y la reconstrucción puede nunca llegar.

Algo alentador es que hay crecimiento y diversificación del empleo en Guanajuato. La demanda de mano de obra crece a pesar de que las industrias tradicionales decrecen. Por lo pronto tenemos que seguir de cerca el arribo del dragón y su desembarco en nuestras plazas y mercados. Estaremos alerta.

 

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