Si tuviéramos un ranking de popularidad en política como el de las canciones, esta semana sería la de Xóchil Gálvez. La senadora por el PAN dio muestra de un oficio político de primer orden.
El presidente, en alguna mañanera pasada dijo que ella había dicho que estaba en contra de los subsidios o apoyos a los adultos mayores, algo que jamás sucedió. Combativa, Xóchitl pidió derecho de réplica ante la mentira palaciega. López Obrador dijo que solo si hubiera una orden judicial le permitiría la réplica en la mañanera.
Empeñosa, la senadora acudió a la instancia judicial y pidió un amparo que le garantizara el derecho a ir a la mañanera y exponer su réplica de frente a la nación. El presidente hizo caso omiso del mandato judicial y alegó que la senadora quería publicidad porque estaba en campaña.
La senadora acudió en su bicicleta a Palacio para tocar la puerta con su amparo en mano. Ahí la esperaban los tiburones de la prensa cómoda al gobierno. Ahí la recibieron los gritos rentados por los seguidores de Morena, ahí también la acompañaron algunos de sus seguidores.
Entre docenas de periodistas, grabadoras, cámaras y policías, Xóchil se abrió camino hasta llegar a la puerta sólida de Palacio. A todas las preguntas sesgadas y amañadas de los seudo periodistas comprometidos con el poder, tuvo respuestas puntuales. Había pedido a Vicente Fox y a cualquier político que no la acompañaran. Su alegato era personal. Sabía que la presencia del expresidente le haría mal.
Tocó y tocó la puerta de Palacio, pero como se esperaba, nadie abrió. Mientras en el fondo se escuchaban gritos de insultos y de apoyo, permaneció calmada a sabiendas de que estaba ganando la partida. Después de rato siguió contestando preguntas y sacó un cartel que decía: “no le saque presidente”.
Cuando le preguntaron si estaba ahí para hacer campaña para la jefatura de gobierno de la CDMX, contestó que sí y que no necesitaba de ningún pedacito de popularidad de López Obrador para ganar. Según sus palabras, encabeza las encuestas.
La historia de Xóchitl es como de telenovela: nacida en la pobreza indígena, forjada sólo por su inteligencia, talento y esfuerzo, tiene una trayectoria de éxito personal y empresarial admirables. Cualquier rollo de nombrarla conservadora o perteneciente a los círculos de poder económico, choca con la realidad.
Su magnetismo y atractivo personal está cimentado en una mente ágil y lúcida que tiene respuesta para todo. En pocos años aprendió el oficio de la política para dominarlo como si fuera una materia de matemáticas. Además tiene los atributos de Benito Juárez: origen indígena, cultura del esfuerzo, liberal de corazón y a la vanguardia de su tiempo.
Sintió el éxito de su embestida, tanto que dijo dudar si lanzar su candidatura por la CDMX o por la presidencia. Si centra su esfuerzo en la CDMX sería una aliada extraordinaria para quien sea candidata o candidato a la presidencia. Es tentador para cualquiera de sus tamaños aspirar a “la grande”, pero, hasta ahora, sería mejor amarrarse al mástil de la CDMX y no escuchar el canto de las sirenas que habitan en Palacio.
Por lo pronto sumó puntos a su imagen y lo seguirá haciendo mientras le tengan miedo a su presencia para replicar lo que en derecho le pertenece: decir la verdad ahí donde la calumniaron. Porque decir que Xóchitl Gálvez está en contra de los apoyos sociales es uno de tantos datos falsos que se cocinan en las mañaneras.