Por: Armando Fuentes. 

Este señor se toma el Viagra con agua mineral. Explica: “Para repetir”.. Cierto turista se hallaba en un país de Oriente en el cual la venta del Viagra estaba prohibida. Debe haber sido un país fuertemente influido por alguna religión, pues en general las religiones son enemigas del placer, sobre todo del carnal. Para evitar que los predicadores te jodan la vida debes hacerte de una buena dosis de paganismo, la cual se adquiere a través de la lectura, especialmente de los clásicos. Tengo la idea de que no puedes gozar como se debe el acto amoroso si no has leído a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Tolstoi, a Flaubert. Quizá sea ésta una tesis intelectualoide, pero lo cierto es que no es lo mismo coger, follar, joder,  que hacer el amor, y el mero ayuntamiento, que es cosa de natura, está muy lejos de parecerse al erotismo, que es cosa de cultura. Advierto, sin embargo, que he cortado el hilo del relato por infligir a mis cuatro lectores esas inanes elucubraciones.  Vuelvo a la historia. (Siempre vuelve uno a la historia). El caso es que en una calle colmada de zaquizamíes y bazares un individuo de aspecto sospechoso se le acercó al turista y hablando en un inglés chapurreado le dijo en  voz baja luego de volver la vista a todos lados por ver si no había cerca algún agente de la autoridad: “Tengo una pastilla de Viagra. Se la vendo en 100 dólares”. El viajero respondió al punto: “No los vale”. “Sabio es el señor -lo halagó el tipo-. “Se la doy a 50 dólares. Mitad de precio”. Sin detener el paso repitió el otro: “No los vale”. Lo siguió el hombre. “Está bien -dijo-. Deme 25 dólares por la pastilla”. “No los vale” -volvió a manifestar el turista. El vendedor se dio cuenta de que estaba frente a alguien que conocía los mil modos en que los turistas son estafados, de modo que arrió sus banderas. Le dijo al visitante: “Necesito llevar algo de dinero a mi casa. Le doy la pastilla de Viagra en 10 dólares”. Como estribillo o melopea repitió el hombre: “No los vale”. “Señor -so desesperó el oferente-. Aquí se prohíbe la venta de Viagra. Estoy arriesgando mi libertad al ofrecérsela a usted. No podrá conseguirla en ninguna otra parte. La pastilla en Estados Unidos cuesta 12 dólares y yo se la estoy vendiendo en 10. ¿Cómo dice usted que no los vale?”.  Aclaró el turista: No los vale la vieja con la que me voy a ver”. Noche de bodas. En el tálamo nupcial el emocionado novio le preguntó con travieso y mimoso acento a su flamante mujercita: “¿De quén chon?”. Respondió ella: “Hayan sido de quien hayan sido, ahora son tuyas”. Don Moneto, el empresario más rico del pueblo, fue a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo: “Tengo pecados de soberbia, de envidia y de avaricia”. “Está bien que confieses esas culpas -le indicó el buen sacerdote al magnate-, pero dime: ¿les pagas el salario justo a tus trabajadores?”. “Señor cura -contestó don Moneto en tono de reproche-. Vine a hablar de religión, no de negocios”. Martinola, la mucama de doña Panoplia, le comentó a la vecina que iba a dejar el trabajo. La vecina le preguntó: “¿Por qué?”. Explicó Martinola. “Me pagan muy poco por lo que le hago a la señora, y nada por lo que el señor me hace a mí”. El pretendiente de Glafira le pidió la mano de la chica a su papá. Don Poseidón se la concedió, y le dijo: “Al llevarse usted a mi hija se lleva una joya”. Pidió el galancete muy interesado: “A verla”. Pirulina, joven mujer, acudió a la consulta de un conocido traumatólogo. “Doctor -le dijo-, tengo un problema con mis rodillas”. Inquirió el facultativo: “¿Qué problema tiene con sus rodillas?”. Respondió Pirulina: “No puedo mantenerlas juntas”.FIN.

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